Hace 20 años, un simposio internacional reunía en el Colegio de Periodistas de Barcelona a algunos de los representantes más destacados de la información científica. Eran tiempos en los que internet todavía no había hecho acto de presencia y las preocupaciones en el colectivo eran otras, aunque no tan diferentes de la actualidad. El pasado 28 de septiembre de 2011, la Fundación Dr. Antonio Esteve y el Observatorio de la Comunicación Científica (OCC) repetían fórmula en Barcelona, esta vez con internet y las redes sociales como principal foco de atención.

Sobre los retos que plantea la red al periodismo biomédico versaba el primero de los dos Workshops de la jornada y que moderó Vladimir de Semir, director del OCC. Connie St. Louis, de la BBC Radio 4 y directora del Máster de Periodismo Biomédico de la City University London, abrió la mesa de debate reflexionando sobre cuál debe ser el papel del periodismo biomédico en la era de internet. Según St. Louis, en una época en la que predomina la comunicación sobre la información, el periodista debe recuperar su función de investigar y cuestionar aquello que le rodea. La profesión debe dar un salto de la eminencia, del recurso a las mismas fuentes oficiales, a la evidencia, a los hechos que pueden probarse.

Pablo Francescutti, director del Grupo de Estudios Avanzados de Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, presentó los datos derivados del estudio La información científica en los telediarios españoles, publicado como Cuaderno de la Fundación Dr. Antonio Esteve. De la investigación se desprende que los informativos de televisión sólo destinan el 3% de sus contenidos a la biomedicina, con una especial predilección por las disfunciones del sistema sanitario, las enfermedades con fuerte componente dramático y los fármacos en su sentido más amplio (drogas de abuso, efectos secundarios, dopaje, etcétera).

Cerró el primer bloque de la jornada Ana Macpherson, periodista de la sección de ciencia de La Vanguardia, perteneciente a esa cada vez más extinguida raza de informadores de la vieja escuela, cuya función sigue siendo ir, preguntar y contar. Comentó Macpherson que salir a la calle y contrastar fuentes es cada vez más complicado dentro de la profesión, encargada ahora de desgranar lo importante de todo el volumen de información que llega a una redacción. “Cada semana recibimos en el correo de la sección 500 noticias, sin apenas buscarlas, y sólo tenemos espacio para publicar cinco”, destacó la periodista. En su opinión, la presión por la inmediatez juega en contra de la rigurosidad y la precariedad laboral, en contra de la necesaria especialización.

La segunda parte del Simposio, moderada por Gemma Revuelta, subdirectora del OCC, discurrió en torno a una misma pregunta: ¿son noticiables todas las informaciones sobre salud que se publican? El primero en tratar de dar respuesta al interrogante fue el estadounidense Gary Schwitzer, director de la web de revisión de artículos periodísticos Health News Review. Tras analizar 1.500 artículos periodísticos sobre salud mediante un decálogo de diez criterios, desde esta web han podido constatar que el 70% de las noticias ofrecen una visión desequilibrada, exagerando los beneficios y minimizando los riesgos. Una visión pesimista que se intensifica en Estados Unidos, donde la salud forma parte del mercado publicitario.

Su colega Holger Wormer dirige la versión alemana de Health News Review, Medien-doktor.de, que además de incluir los 10 criterios científicos que debe cumplir una noticia sobre salud, también tiene en cuenta los de tipo periodístico como la actualidad, el lenguaje o la exactitud de la información. Su ponencia se centró en los llamados valores noticia, es decir aquellas cualidades que convierten a un hecho en susceptible de ser publicado. Además de valorar los factores relacionados con el medio, como la posibilidad de visualizar, narrar o personalizar una historia, el periodista también debería tener en cuenta las cuestiones éticas, como la necesidad de informar sobre una investigación en fase inicial.

Por su parte, Paz Gómez, del diario La Verdad de Murcia, ejemplificó por qué las crisis sanitarias son tan atractivas para los medios de comunicación. Tras destacar catorce valores noticia como la cantidad, la rareza o la proximidad, concluyó que una crisis como la de la reciente gripe A cumplía diez de esas virtudes y la convertían, por tanto, en noticia indispensable. Para Gómez, el periodista debe enfrentarse a una crisis sanitaria con previsión, con una estrategia de comunicación y evitando en todo momento el alarmismo.

Patricia Fernández de Lis, responsable de la sección de Ciencia de Público, finalizó la ronda de ponencias dando un toque de atención a los científicos y organismos públicos, así como también a las revistas científicas, cada vez más a la búsqueda del titular fácil. Aún así, no quiso quitarle responsabilidad al periodismo, que malvive actualmente con una escasez de medios aterradora. Su visión de la profesión es inevitablemente pesimista, en una época en la que predomina el impacto y la tarea del periodista se circunscribe a separar el grano de la paja.

Por último, Milagros Pérez Oliva, defensora del lector de El País, resumió el espíritu de la jornada, que sirvió como foro de debate para los más de setenta profesionales del periodismo y la comunicación científica que se dieron cita en el Campus de la Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra. En una etapa de transición hacia un nuevo modelo, Milagros quiso darle la bienvenida a internet, que más que una amenaza plantea nuevos desafíos a los problemas que el periodismo arrastra desde sus inicios, como la verificación de las fuentes o la difusa frontera entre comunicación e información.

La velocidad a la que corre la información hoy en día ha hecho que el periodista perezoso, hoy en extinción, haya mutado a periodista angustiado. El informador vive en una constante inseguridad sobre la fiabilidad de lo que recibe, con la presión de un tiempo que no da para verificar y contrastar lo suficiente y con el miedo a no cubrir la actualidad al momento. Pérez Oliva concluyó que la primera lealtad del periodista es con el lector, no con la empresa ni con la fuente, y que lo que el lector requiere es un contexto razonado, mucho más que el dato conciso o la falsa neutralidad periodística.