La exigencia de que los enfermos y sus cuidadores estén animados porque se supone que les beneficia puede ser contraproducente, advierten los psicooncólogos

EMILIO DE BENITO / NOTICIA MATERIA

“Hay que estar animado”. “Si eres fuerte, lo superarás”. Esto es de lo primero que oyen muchas personas que han recibido el diagnóstico de un cáncer. Con la mejor intención, familiares y amigos –y, muchas veces, el propio afectado– ponen en la actitud del enfermo un componente curativo que esta no tiene. Pero “no existe ninguna evidencia científica de que una buena actitud influya en el proceso. Las células no lo notan”, dice Patricia Bressanello, psicooncóloga de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).

No es solo que esos consejos carezcan de base. Pueden suponer una carga para el enfermo y sus acompañantes, “un sentimiento de culpa”, añade la psicooncóloga. “Más que estar animado, lo que hay que estar es adecuado a la situación. Y estar adecuado es tener momentos de miedo, altibajos. Los propios pacientes dicen que están en una montaña rusa. Eso es lo bueno, es lo normal y es lo adaptativo”, concluye Bressanello.

La psicooncóloga habló durante un acto con motivo del Día Mundial del Cáncer de Mama que se celebra hoy. Pero esta vez la sesión estaba dedicada a los cuidadores, y no tanto a los enfermos. Y aunque al hablar de esta neoplasia siempre se piensa en mujeres, en enfermas, no hay que olvidar que alrededor de un 1% de los 25.000 diagnósticos de este cáncer que se dan cada año en España corresponde a hombres, que pueden encontrarse con la incomprensión ante una enfermedad que no les corresponde según los estereotipos. Tanto, que el cáncer de mama en varones no aparece en la lista de tumores y su incidencia de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).

Al centrarse en los cuidadores, la AECC altera las cifras. “El cáncer de mama afecta a 63.000 personas cada año; 25.000 de ellas, pacientes”, es su titular de este año. Y no es solo un ejercicio de imaginación. En la jornada, varios familiares de afectadas –y de un afectado– expusieron su proceso de conocimiento, aceptación y lucha contra la enfermedad. Una batalla bastante exitosa, ya que actualmente más del 85% de las diagnosticadas sobrevive a los cinco años, lo que, en oncología, donde siempre hay un riesgo de recaída, se asimila a una curación.

El hecho de que la inmensa mayoría de las afectadas sean mujeres añade un determinante específico: ellas pasan de ser las cuidadoras a las cuidadas. Esta deriva de género se ha detectado en varios tumores. Por ejemplo, María Die Trill, psicooncóloga del hospital Gregorio Marañón de Madrid y miembro de la asociación para la Investigación de Cáncer de Pulmón en Mujeres (ICAPEM), apuntó en marzo, durante unas jornadas, que eso supone desajustes en la paciente y en su entorno (aparte del añadido de que el cáncer de pulmón se vive con culpa si se ha sido fumador). Este sesgo no se da en igual medida en hombres (aunque luego sean los cuidadores de sus parejas con cáncer de mama, como acreditaron Santiago Alegre y Pablo Martínez-Lacasi en la sesión de la AECC), que tienen otras caracterísiticas, como que enmascaran síntomas al callar el dolor o el malestar, como ha demostrado un estudio de Bayer sobre cáncer de próstata que detectó que los varones tardaban siete meses de media en informar a sus médicos de su empeoramiento.