El especial navideño del ‘British Medical Journal’ publica las investigaciones más curiosas del año

NUÑO DOMÍNGUEZ / NOTICIA MATERIA

Muchos estudios mantienen que los hombres son más propensos a conductas arriesgadas que las mujeres. Lo que no está tan claro es que hagan también más actos temerarios y estúpidos que no les reportan ningún beneficio. Un estudio publicado hoy aporta una de las primeras pruebas a favor de esta hipótesis, que los autores han bautizado como la teoría de la idiotez masculina, o MIT, en inglés. El trabajo, firmado por varios médicos de Reino Unido, se publica hoy en el número especial de Navidad de la prestigiosa revista British Medical Journal, que incluye estudios que siguen los estándares de calidad científica y revisión por pares, pero que tienen un enfoque más libre, por decir algo.

Los autores buscaron pruebas de imbecilidad en los archivos de los premios Darwin. Estos sardónicos galardones reconocen a individuos que han hecho una contribución a la humanidad al morir de forma absurda, lo que en principio evita que sus genes pasen a generaciones posteriores. Para hacerse una idea de lo que es un premio Darwin en toda regla, la web de los premios destaca la historia de un terrorista que mandó una carta bomba a la que le faltaban suficientes sellos para llegar a su destino. Al ver la carta devuelta en su buzón el terrorista la abrió y murió reventado.

Los autores buscaron pruebas de imbecilidad en los archivos de los premios Darwin

La historia es probablemente falsa, pero estos premios llevan años recogiendo muestras de idiotez similares sacadas del mundo real. Una de ellas es la de tres hombres en Camboya que estaban jugando en un bar a una especie de ruleta rusa en la que se bebían un chupito y luego le pegaban un pisotón a una vieja mina antitanque que habían puesto debajo de la mesa. Los tres volaron por los aires junto al resto del bar, comenta el estudio, que no menciona si ya habían tenido hijos.

El estudio, liderado por John Isaacs, director del Instituto de Medicina Celular de la Universidad de Newcastle (Reino Unido), ha analizado todos los premiados entre 1995 y 2014, diferenciándolos por sexos. De los 318 casos confirmados y válidos para el análisis estadístico, 282 eran hombres y 36 mujeres. Los hombres acabaron protagonizando más del 88% de los casos y esto, dicen los autores, es un resultado “estadísticamente muy significativo”.

“Estos resultados son totalmente consistentes con la teoría de la idiotez masculina y apoyan la hipótesis de que los hombres son idiotas y los idiotas hacen tonterías”, concluyen los autores. Reconocen, eso sí, muchos peros. Los premios Darwin se eligen por votación anónima, por lo que posiblemente las mujeres voten más por hombres que por féminas. Quizás también influya el sexo de la creadora y coordinadora de los premios, la bióloga molecular Wendy Northcutt, o que parte de la diferencia la explique el mayor consumo de alcohol entre hombres y mujeres. En cualquier caso, especulan los autores, los hombres premiados con un Darwin sí pueden tener una ventaja evolutiva sobre el resto si consiguen sobrevivir a sus actos estúpidos, aunque eso está aún por determinar.

Otra investigación estudia por qué en la consulta del médico solo hay revistas viejas

¿Por qué en la consulta del médico solo hay revistas viejas? Esa es la queja que recibía de sus pacientes el médico Bruce Arroll, de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda). Un día se decidió a responderles con datos científicos. Su estudio en el BMJ demuestra que las revistas de cotilleos tienen 14 veces más posibilidades de desaparecer que el resto. De hecho, las publicaciones más sesudas como The Economist o Time sobreviven todo un mes sin ser escamoteadas. La media de robo es de una revista al día y la mayoría de las publicaciones que vuelan son las más recientes, lo que explica por qué se quejaban los pacientes.

Extrapolado a un país como Reino Unido, esta desaparición de revistas supone unas pérdidas mensuales de más de 12 millones de libras al mes (unos 15 millones de euros), un dinero, dicen los autores, que podría tener un mejor uso en el sistema sanitario. Como paliativo, Arroll propone que las consultas médicas opten por invertir en números atrasados de The Economist y Time.