El matemático Philip Maini, criado en Irlanda del Norte entre los tiroteos del IRA después de que su familia hindú huyera de la violencia en el Panyab, intenta averiguar si una dieta con alimentos menos ácidos puede ayudar a frenar el crecimiento del cáncer

MANUEL ANSEDE / NOTICIA MATERIA

La madre del matemático Philip Maini no entiende a qué se dedica su hijo. “¿Si estás todo el día intentando resolver un problema, por qué no lo has solucionado todavía? Debes de ser muy malo en lo tuyo. ¿Por qué todavía te pagan?”, le dice. Maini, nacido en el pequeño pueblo de Magherafelt (Irlanda del Norte) en 1959, es sin embargo catedrático de Biología Matemática en la Universidad británica de Oxford. Con un humor muy negro, se ríe a carcajadas cuando recuerda la historia de su familia, de origen hindú. Sus padres salieron huyendo de su país tras la Partición de la India en 1947, que dividió su región, Panyab, entre dos países, India y Pakistán. Decidieron buscar la paz en Irlanda del Norte y se encontraron con los enfrentamientos armados entre el IRA y las tropas británicas. “Eran como turistas de la violencia sectaria”, bromea Maini.

“En el pueblo había bastantes problemas entre católicos y protestantes, varios padres de mis compañeros de colegio fueron asesinados. Pero es increíble lo rápido que te acostumbras a la violencia. Cuando había amenaza de bomba, en cuanto escuchábamos las sirenas de alarma abríamos las ventanas para que no reventaran con las explosiones. A veces veíamos bombas explotar, otras veces nos encontrábamos en medio de tiroteos. Una noche hubo un tiroteo desde el tejado de nuestra casa”, recuerda.

En ese contexto, Maini sólo pensaba en pegar patadas a un balón. Mientras su madre regentaba una tienda de ropa, el chico soñaba con su carrera como lateral derecho. “Debo confesar que no me gustaba el colegio, porque estaba pensando todo el día en el fútbol”, admite. Hasta que un día se enamoró en clase de las fórmulas que rigen el movimiento de los péndulos. Y decidió ser matemático, ante la incomprensión de sus familiares, que dura hasta hoy. “Muchos se creen que estoy todo el día haciendo divisiones largas”, afirma.

Nuevos frentes contra el cáncer

Maini, sin embargo, explica muy bien en qué consiste su trabajo durante una pausa en el mayor congreso de las matemáticas aplicadas, organizado en Madrid por el Instituto Americano de Ciencias Matemáticas en colaboración con el Instituto de Ciencias Matemáticas español, el ICMAT. Uno de los objetivos del investigador británico es obtener modelos matemáticos que sirvan para predecir el crecimiento de los tumores. “Las matemáticas son un arma contras las enfermedades”, sostiene.

“Las matemáticas son un arma contras las enfermedades”

Maini parte de una hipótesis: “El cáncer no está solo, está rodeado de tejido. Y existe una interacción muy complicada entre el tejido canceroso y el tejido normal. A veces, el cáncer utiliza el tejido normal para impulsar su propio crecimiento. Si empezamos a pensar en el cáncer como una especie de enfermedad del tejido, este enfoque nos ofrecerá varios frentes para atacarlo”. Junto a un equipo de biólogos, busca “tratar de cambiar el entorno del cáncer” para frenar su crecimiento.

Algunos modelos matemáticos de su grupo adelantan de manera más o menos certera cómo avanzará un tumor. A partir de ellos, se puede modificar un factor y estudiar cómo afecta el cambio al crecimiento del cáncer. El problema, admite, es que es fácil validar estos modelos matemáticos en ratones, pero dar el salto a humanos es mucho más complejo, porque obviamente no se dejan encerrar 24 horas en un laboratorio.

Reducir la acidez

Maini, en pantalón corto y sandalias, pone un ejemplo. Sus colegas del Instituto del Cáncer Moffitt en Tampa (Florida, EEUU) han desarrollado un modelo matemático que predijo que añadiendo bicarbonato en el agua de ratones se reduce la capacidad de algunos tipos de cáncer para invadir los tejidos, al inhibir la acidez de los tumores. Ahora, el equipo de Maini ha solicitado una subvención para intentar estudiar en humanos los efectos de la dieta en el pH, la medida de la acidez o de lo contrario, la alcalinidad. “Sabemos que nuestro organismo regula el pH de una manera diferente a la de los ratones. Algo que funciona en ratones puede no funcionar en humanos”, advierte. “Mucha gente cree que es una coincidencia que haya un cambio del pH en algunos tumores. Otras personas creen que es una causa. Hay controversia”, señala para no levantar expectativas absurdas.

“Nuestra dieta podría estar afectando el cuerpo de una manera que permita el crecimiento de los tumores”

“Si comparamos nuestra dieta actual con la de nuestros ancestros, hay enormes diferencias. La nuestra es más ácida. En principio, nuestra dieta podría estar afectando el cuerpo de una manera que permita el crecimiento de los tumores, pero tenemos que comprobarlo. Es muy controvertido”, insiste el matemático.

Otro de los intereses de su equipo de investigación es la cresta neural, una estructura de pocas células que sólo existe durante las etapas más tempranas del desarrollo de un embrión. Estas células migran desde la cresta neural a otras partes del cuerpo para dar lugar a huesos, tendones, grasa, neuronas y un largo etcétera. Si esta migración sale mal, el embrión puede ser inviable o pueden existir discapacidades en la persona adulta. “Además, estas células de la cresta neural son similares a las células que pueden causar ciertos tipos de cáncer. Entender cómo se mueven estas células nos puede ayudar a entender el cáncer. ¿Cómo saben las células de la cresta neural dónde tiene que ir? ¿Qué señales reciben? ¿Cómo es su interacción con el entorno?”, se pregunta Maini.

Millones de euros de ahorro

Sus modelos matemáticos, anhela, servirán algún día para reducir el precio de los medicamentos. “Cuando vas a la farmacia y compras un fármaco, no pagas por lo que cuesta, sino por lo que cuestan todos los fármacos que se probaron y no tuvieron éxito. Por eso los medicamentos son tan caros de desarrollar. Si puedes racionalizar este proceso, haciéndolo un 1% más eficiente, supondrá un ahorro enorme”, expone. En su opinión, en el futuro, sus modelos matemáticos servirán para sugerir nuevos fármacos que diseñar y ayudarán a averiguar en las primeras fases si uno de ellos es realmente prometedor. Si tiene razón, serán millones y millones de euros de ahorro.

Los modelos matemáticos de Maini podrían reducir el precio de algunos medicamentos, al ahorrar ensayos

Maini también se ríe de su rutina de trabajo. “Normalmente, al final del día sabes menos de lo que sabías por la mañana. Pero a veces descubres algo, consigues entender algo, y es fascinante”, confiesa, antes de volver a hablar de fútbol. El matemático británico recuerda el número de Erdős, una manera de describir la relación de un científico con otro. El término debe su nombre al matemático húngaro Paul Erdős (1913-1996). Si un colega había publicado un estudio con Erdős, su número de Erdős era 1. Si otro colega había publicado un trabajo con un matemático que a su vez había colaborado con Erdős, su número de Erdős era 2, y así sucesivamente. “Mi número de Beckham es 3, porque jugué al fútbol con alguien que jugó con alguien que jugó con alguien que jugó con David Beckham”, bromea. Y, en seguida, cuenta un chiste sobre el Mundial de Brasil: “Inglaterra siempre ha querido jugar al fútbol como España. Y ahora, por fin, lo hemos conseguido”.

Por suerte para la ciencia, aquel chaval hijo de una vendedora de ropa de un pueblo de Irlanda del Norte abandonó su sueño de ser lateral derecho, aunque él mismo a veces se arrepienta. “Una de las cosas negativas de este congreso de matemáticos es que me pierdo las semifinales del Mundial”, remacha entre carcajadas.