Hace un año, unos investigadores sugirieron que los ratones empleados para estudiar enfermedades humanas podían dar resultados engañosos. Ahora, otro trabajo afirma que los autores de aquel estudio estaban equivocados

DANIEL MEDIAVILLA / NOTICIA MATERIA

La mejor manera para saber si un medicamento funciona es dárselo a una persona enferma. Así, a costa de muchos de los pacientes, se podrían poner a prueba nuevos tratamientos, pero, evidentemente, la ética no lo permite. Para minimizar los riesgos en los humanos, se utilizan los modelos animales, que tienen al ratón como gran estrella.

Muy cercano genéticamente a los humanos, pero no lo suficiente como para causar problemas éticos graves, su pequeño tamaño y su rápido desarrollo lo convierten en una herramienta esencial para el laboratorio. En 1916, ya sirvió para estudiar los efectos de las hormonas en el desarrollo de tumores y ha servido como base para encontrar tratamientos a algunos tipos de cáncer.

Las últimas tecnologías permiten incluso crear ratones humanizados, en los que alguno de sus genes ha sido sustituido por el de una persona para ver su función en la enfermedad. De esta manera es posible, por ejemplo, probar la eficacia de un fármaco dirigido a bloquear la proteína que produce un gen determinado y causa la enfermedad.

La importancia de estos animales para la investigación explica la inquietud que provocó un artículo aparecido el año pasado que ponía en duda su utilidad para algunas enfermedades. En este trabajo, publicado en la revista PNAS, se afirmaba que los ratones eran malos modelos cuando se trataba de imitar los efectos en humanos de enfermedades inflamatorias como las quemaduras graves, la sepsis o la infección aguda.

El estudio no descartaba por completo el uso de los roedores, pero agitaba sombras sobre su utilidad en otras importantes enfermedades en las que desempeñan un papel importante el sistema inmune y la inflamación, como el cáncer o las enfermedades cardiovasculares.

Además, los autores, liderados desde el Hospital General de Massachusetts sugerían que estos resultados podrían ayudar a explicar por qué cerca de 150 fármacos contra la sepsis probados en ratones habían fracasado en humanos. En las comparaciones entre las funciones de genes concretos en determinadas enfermedades, observaban que, mientras en humanos suprimir su función se relacionaba con la enfermedad, en ratones era encenderlo lo que la causaba. Así, un fármaco pensado para apagar el gen y detener la enfermedad, diseñado a partir de las observaciones en ratones, no solo no curaría a un humano sino que agravaría su mal.

Un buen modelo

Ahora, un nuevo estudio publicado en PNAS por investigadores de la Universidad de la Salud de Fujita (Japón), ofrece nuevos resultados en los que, a diferencia del de hace un año, se muestra una “correlación extraordinariamente significativa” entre los niveles de expresión de los genes de ratones y humanos en enfermedades inflamatorias.

La explicación para estas diferencias según los científicos japoneses es que sus colegas utilizaron métodos inadecuados. Por ejemplo, en la comparación de la respuesta genómica de humanos y ratones, se incluyeron genes que para una determinada enfermedad se veían alterados en una especie y no en la otra. Esto oscurecería las correlaciones entre las reacciones de los genes humanos y los de los ratones reduciéndola al mínimo. En este sentido, los autores hacen énfasis en la necesidad de centrarse en los genes y las vías moleculares que se afectan tanto en humanos como en ratones, dejando de lado aquellos espacios en los que la respuesta es distinta para cada especie, para poder obtener resultados útiles.

En otros trabajos anteriores, como un taller de la Comisión Europea para evaluar el valor de los ratones como modelo para enfermedades humanas, se ha reconocido la necesidad de incluir mejoras en su uso. Un ejemplo es que la mayor parte de los ratones empleados en investigación son muy jóvenes pese a que muchas de las enfermedades con más interés para los científicos, como el cáncer o la enfermedad cardiovascular, afectan a gente mayor. Mantener a los ratones durante el tiempo suficiente como para que se hagan viejos hará la investigación más cara, pero es uno de los problemas que se deben empezar a resolver. Sin embargo, aquel taller, como el trabajo que ahora se ha publicado en PNAS, reivindica el valor de los ratones para ayudar a combatir las enfermedades humanas.

REFERENCIA

‘Genomic responses in mouse models greatly mimic human inflammatory diseases’ DOI: 10.1073/pnas.1401965111