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GONZALO CASINO / @gonzalocasino / gcasino@escepticemia.com / www.escepticemia.com

Sobre la importancia de detectar la mala investigación para evitar el daño a la salud

Cuando la gente recibe un tratamiento, lo que espera es que funcione. Pero si los datos científicos que respaldan su eficacia han sido inventados o no son fiables, el tratamiento podría no funcionar y causar un daño innecesario. Esta situación no es en absoluto imaginaria o rara. Un 14% de los estudios de biomedicina incluye datos falsificados y hay un porcentaje mucho mayor con resultados dudosos o poco fiables. Si se tienen en cuenta estos datos, la práctica médica resultante es incorrecta.

Un ejemplo reciente de datos falsificados que trastornaron la asistencia sanitaria es el de un influyente estudio (ya retirado) sobre la hidroxicloroquina para tratar la covid-19. Este estudio contenía datos inventados y, hasta que se detectó el fraude, condicionó el uso de un tratamiento que, como luego se constató, no funciona.

Aunque hay una gran diferencia entre el fraude a conciencia y las malas prácticas en investigación, el resultado práctico es similar. Ningún estudio con datos inventados o poco fiables debería tenerse en cuenta para evaluar los efectos de un tratamiento. Sin embargo, estos estudios problemáticos, como se denominan un tanto suavemente, son difíciles de identificar para evitar que se publiquen o para retirarlos si ya están publicados. Digamos que el sistema de publicación no ha sido diseñado ni está preparado para detectar el engaño y la falta de actitud científica de los investigadores.

La actitud científica, ese compromiso insobornable con la veracidad de quienes se dedican la ciencia, es algo que se da por hecho, pero la realidad es bien diferente. La desquiciada presión por publicar lo más posible para desarrollar una carrera profesional es una de las aberraciones del sistema que facilita la publicación de estudios no fiables. Los beneficios profesionales y económicos han ayudado a crear una inflación de artículos y revistas “depredadoras” cuyo único sentido es publicar una investigación, por encima de su necesidad, rigor metodológico y calidad.

El problema de la creciente mala ciencia en biomedicina, además de distorsionar el conocimiento sobre los efectos de los tratamientos, amenaza con minar la confianza del público en la investigación científica. Ante la ausencia de guías prácticas eficaces y consensuadas para atajarlo, un grupo de investigadores ha elaborado un compendio de señales de alerta de potenciales estudios problemáticos con una lista de comprobación para detectarlos.

Esta herramienta, publicada en el Journal of Clinical Epidemiology por el grupo de Lisa Bero, ha sido desarrollada con las aportaciones de 30 expertos de 12 países: metainvestigadores (expertos en metodología y prácticas de la investigación), autores de revisiones sistemáticas, personal de las revistas científicas y reconocidos investigadores del fraude, incluyendo académicos, periodistas y detectives de datos.

La herramienta incluye una taxonomía con ejemplos concretos de 11 malas prácticas habituales en los estudios problemáticos, como el análisis de datos inapropiado, el plagio, la discrepancia entre cómo se realizó el estudio y cómo se explica o el sacar conclusiones que no se derivan de los resultados. A partir de estas señales de alerta, los autores han desarrollado una lista de comprobación preliminar con preguntas como ¿el estudio tiene la aprobación de un comité ético?, ¿tiene financiación independiente en vez de por la empresa cuyo producto se está probando?, ¿está registrado el ensayo clínico? o ¿los resultados parecen plausibles?

Como explica en un artículo en The Conversation la propia Lisa Bero, editora de integridad de la investigación en Cochrane, aunque esta herramienta de detección de la mala investigación está diseñada principalmente para autores de revisiones sistemáticas, algunas preguntas pueden ayudar a los investigadores y al público general a leer críticamente los resultados de las últimas investigaciones. El objetivo es aumentar la concienciación y la masa crítica para minimizar el problema y el perjuicio de los estudios problemáticos.



Autor
Gonzalo Casino és periodista científic, doctor en medicina i professor de periodisme a la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Ha estat coordinador de les pàgines de salut del diari El País durant una dècada i director editorial d’Edicions Doyma / Elsevier. Publica el bloc Escepticemia des de 1999.

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Columna patrocinada per la Fundació Dr. Antoni Esteve en col·laboració amb IntraMed.