El investigador Luis de Lecea, descubridor de las neuronas que nos ayudan a conciliar el sueño, habla sobre la necesidad de dormir bien

DANIEL MEDIAVILLA / NOTICIA MATERIA

El organismo es una complejísima factoría en la que miles de acciones deben coordinarse cada segundo. Uno de los mecanismos fundamentales para su buen funcionamiento es el que regula cuándo estamos despiertos y cuándo dormimos, cuándo debemos buscar alimento, seguridad o sexo y cuándo podemos descansar para que la fábrica esté lista de nuevo al día siguiente para seguir manteniéndonos con vida.

Luis de Lecea, un investigador español que trabaja en la Universidad de Stanford (EE UU), es uno de los científicos que trata de comprender las bases biológicas del sueño. A lo largo de su carrera, ha descubierto hormonas como la hipocreatina, clave para mantenernos alerta, y ha identificado las neuronas que preparan al cerebro para conciliar el sueño. A partir de estos conocimientos, ha sido posible diseñar fármacos para ayudar a personas con insomnio mucho más específicos que los medicamentos actuales, que apagan todo el cerebro y producen más efectos secundarios.

“Si es de noche, pero estás estresado ¿qué piensa el cerebro que es mejor? ¿dormir o no? Desde el punto de vista del cerebro, si tú estás estresado, no es buena idea dormir”

Esta semana, de Lecea ha participado en el curso de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en Santander, Sueño: Neurociencia, Salud y Hábitos Saludables. En este evento, patrocinado por la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, se han planteado preguntas básicas sobre el sueño, un fenómeno sobre el que aún se desconoce mucho. ¿Cómo decide el cerebro que es hora de dormir o despertar? ¿Cómo nos adaptamos a los ritmos de la naturaleza y qué importancia tienen la luz o el ejercicio físico o los horarios?, ¿Qué repercusión tiene el descanso nocturno sobre el buen funcionamiento de los distintos sistemas del organismo? De Lecea ha hablado con Materia sobre la aplicación de los conocimientos obtenidos en su laboratorio a la mejora del sueño de la sociedad.

Pregunta. ¿Hay una definición precisa sobre qué patrón de alerta y de descanso es saludable?

Respuesta. Es una negociación. Por un lado están los mecanismos que te mantienen despierto y te dan unas ventajas, pero al mismo tiempo estar demasiado despierto cuando no tienes que estarlo te puede causar problemas. Es lo que intentamos descifrar. El cerebro está tomando decisiones constantemente sobre qué es lo más beneficioso para el organismo. Para ello asigna valores a cada resultado y en el caso del sueño muchas veces hay información conflictiva. Si es de noche, pero estás estresado ¿qué piensa el cerebro que es mejor? ¿dormir o no? Desde el punto de vista del cerebro, si tú estás estresado, no es buena idea dormir. Imagina que estás en la jungla y tienes un depredador cerca y eso te provoca estrés, obviamente no es buena idea irse a dormir.

“Muchos de los problemas de sueño de la población se arreglarían con una higiene un poco organizada del sueño. No irse a dormir con la tele puesta, hacer más ejercicio, estar más expuesto al sol durante el día y durante la tarde o la noche estar más aislado”

Estamos en ese proceso adaptativo. Cuánto estrés podemos aguantar antes de caer dormidos o agotados. Si restringimos nuestro sueño de manera crónica, ¿qué es lo que se resiente o cuánto podemos aguantar así? El metabolismo es otro factor importante. Si estás hambriento, no es ninguna buena idea irse a dormir porque puedes caer en hipoglucemia. ¿Qué parte del cerebro y qué mecanismos regulan esta situación conflictiva de regular el metabolismo y regular la cantidad de sueño? Luego hay otros componentes, más difíciles de estudiar, pero que también analizamos en animales. La interacción social, cuán disruptiva puede ser a la hora de conciliar el sueño y qué mecanismos cerebrales existen para conciliar las dos partes. Si hay una propiedad emergente en un grupo animal para que todos se vayan a dormir al mismo tiempo o si hay un individuo que está molestando a los demás para no ir a dormir. Son elementos que tendrían traducción bastante clara en nuestra sociedad. La gente está muy despierta porque nos molestamos los unos a los otros.

P. En su laboratorio han descubierto algunas hormonas y algunas neuronas relacionadas con el sueño. ¿Podría utilizarse este conocimiento para crear fármacos y utilizarlos para poder elegir cuándo se está alerta y cuándo dormido? ¿Esta aspiración puede ser perniciosa?

R. Es posible seguro. De hecho, nuestro grupo ha descubierto varias moléculas y el resultado ha dado lugar al desarrollo de fármacos, algunos de ellos aprobados ya y que se recetan en EE UU para el insomnio. En el futuro estoy seguro de que la combinación de varios fármacos, adaptados a la persona, permitirán intervenir farmacológicamente en el sueño con más precisión. Pero, ¿es eso deseable? No estoy muy seguro. Muchos de los problemas de sueño de la población se arreglarían con una higiene un poco organizada del sueño. No irse a dormir con la tele puesta, aislar un periodo de tiempo que conduzca al sueño, hacer más el día, día y la noche, noche. Hacer más ejercicio, estar más expuesto al sol durante el día y durante la tarde o la noche, estar más aislado. Desgraciadamente, muchísima gente no cumple estas normas tan elementales y por eso es tan prevalente el insomnio.

“El ritmo de dormir ocho horas no es necesariamente malo, pero tienen que ser ocho de verdad, no pueden ser ocho interrumpidas o poco eficientes. Y, además, está claro que la luz artificial influye mucho en los patrones de sueño”

P. En los medios se ha popularizado la idea de que es más natural dormir en dos veces que ocho horas del tirón. ¿Tiene alguna base científica?

R. Realmente no hay demostración de que lo mejor sea lo uno o lo otro. Sería necesario hacer estudios más serios. Hay estudios anecdóticos de poblaciones aisladas en el Amazonas, que no tienen luz eléctrica. En estas sociedades, duermen seis horas y luego tienen una pausa, una especie de siesta, aunque no siempre. Depende de la estación o de los recursos disponibles en ese momento. Es pura adaptación. Creo que nos podemos adaptar a un ritmo de cuatro más cuatro y a un ritmo de ocho. El ritmo de ocho no es necesariamente malo, pero tienen que ser ocho de verdad, no pueden ser ocho interrumpidas o poco eficientes. Y, además, está claro que la luz artificial influye mucho en los patrones de sueño. Hay una fase preparatoria que conduce al sueño en la que tendríamos que tener la luz baja y estar relajados. La mayoría de nuestros hogares no están preparados para esto. Hay mucha gente que se duerme viendo la tele o la tableta y con muchos estímulos que no son buenos para conciliar el sueño. Desde el punto de vista de la población eso es un problema. Hay que fomentar más la educación acerca de cuáles son los buenos hábitos del sueño e intentar ayudar a la gente que tiene problemas más serios para conciliar el sueño.

P. El insomnio está relacionado con una peor respuesta del sistema inmune, problemas de obesidad, adicciones… ¿Se considera un problema de salud pública?

R. En EE UU hay agencias que lo consideran un problema real de salud pública. Aquí creo que no hay esa sensibilidad, pero el problema existe, es un problema de salud pública. Individualmente, no se puede asegurar de ninguna manera que dormir poco vaya a causar cáncer u obesidad, eso no es verdad. Pero para toda la población hay bastantes indicios de que es el caso. Pero se necesitan estudios más serios a nivel epidemiológico y a nivel básico de cuáles son los mecanismos que causan estos problemas.