Los ‘sapiens’ se matan hoy entre ellos mucho menos de lo que cabe esperar por su familia evolutiva

JAVIER SALAS / NOTICIA MATERIA

Cuando Thomas Hobbes popularizó aquello de que el hombre es un lobo para el hombre —homo homini lupus est—, vivía en una época en la que el hombre comenzaba a ser un perro domesticado para el hombre. Y muchos de los que usan esa locución latina quizá no saben que los chimpancés son un lobo para el chimpancé, que hasta los lémures son lobos para los lémures y que, por supuesto, los lobos son lobos entre ellos. Nos referimos al nivel de violencia letal que los miembros de una especie ejercen contra sus congéneres. El reino animal está repleto de ejemplos en los que es habitual que se maten entre ellos, en una misma especie, como una característica más de su evolución.

“Es un análisis creativo y minucioso, y desde luego es consistente con mi concepción de la historia de la violencia”, afirma Steven Pinker

En ese contexto, ¿cómo de letales son los humanos con sus congéneres? Un minucioso estudio que publica hoy la revista Nature ha tratado de calcular ese factor poniéndolo en el contexto de su familia evolutiva, comparando su letalidad con la del resto de los mamíferos. Tomando datos de una gigantesca variedad de fuentes humanas y de mamíferos, unos científicos españoles se atreven a defender que a los humanos nos corresponde un nivel de violencia más o menos concreto. Del total de muertes humanas, cabría esperar que el 2% sean causadas por la violencia interpersonal. Es decir, que dos de cada cien personas mueran a manos de otra persona, en guerras, crímenes, etc. Curiosamente, los investigadores han observado que esta cifra coincide con la proporción de muertes violentas de nuestra prehistoria. Pero luego entraron otros factores en juego, disparando primero y frenando después esta faceta sangrienta.

Los autores del estudio, del CSIC y de las universidades de Granada y Rey Juan Carlos, recopilaron durante dos años datos de 1.024 especies de mamíferos (de 137 familias de animales) para cuantificar el nivel de violencia mortal que ejercían entre congéneres. Además, sumaron información sobre humanos muertos en conflictos y asesinatos de 600 civilizaciones y poblaciones humanas, arrancando desde hace unos 50.000 años hasta la actualidad. Así hasta alcanzar esa proporción del 2% que correspondería de forma natural a los humanos.

Del total de muertes humanas, cabría esperar que dos de cada cien personas mueran a manos de otra en guerras, crímenes, etc.

Por ejemplo, el 4,5% de los chimpancés muere a causa de la violencia ejercida por otro chimpancé, pero solo el 0,7% de nuestros otros primos, los bonobos. Y en torno al 12% de los humanos del Medievo murieron violentamente. Los investigadores han encontrado dos factores que predicen un mayor índice de violencia letal dentro de una especie: que se desenvuelva en sociedad y que tenga un carácter territorial. Dos hechos que influyen mucho a los humanos. Además, nuestra rama más ancestral (euarchonta) es de las más sangrientas, con los primates con índices importantes. La mortalidad más elevada se da en suricatos, mangostas, leones y otros grandes felinos, algunos lémures y babuinos, lobos y otros cánidos sociales, leones marinos, marmotas y ardillas terrestres.

“Nuestro 2%, más o menos, es el porcentaje que deberíamos tener por nuestras raíces filogenéticas [relaciones de parentesco entre especies]. Pero si solo influyera eso, ese 2% sería inamovible: hay factores culturales o de contexto que tienen estar modulando ese nivel de violencia”, asegura José María Gómez, profesor de la Universidad de Granada.

En los últimos siglos, la proporción de muertes violentas frente al total es notablemente menor de lo esperado, según los cálculos de Gómez y sus colegas

Desde el Paleolítico hasta la Edad de Bronce, la proporción no se desvió de forma significativa de lo esperado. Pero al llegar la Edad de Hierro comenzó una escalada sangrienta entre humanos que se extendió y creció hasta la llegada de la Edad Moderna, cuando comenzó a corregirse. En los últimos siglos, la proporción de muertes violentas frente al total es notablemente menor de lo esperado, según los cálculos de Gómez y sus colegas. A continuación, analizaron esa proporción en función del tipo de Gobierno: las tribus y bandas prehistóricas se movían en parámetros previsibles; los caciques y reyes antiguos dispararon de forma dramática esas muertes; y el Estado moderno coloca el porcentaje muy por debajo del 2% esperado.

“Nuestro trabajo puede ayudar a resolver el dilema de que la violencia tiene un componente evolutivo, pero que no significa que existe un determinismo genético”, asegura Gómez, que investiga en la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC. Este biólogo evolutivo explica que ellos se limitaron a mirar el sistema político porque parecía evidente que podría influir, pero hay muchos otros factores que pueden modular la violencia letal entre humanos que se da en cada momento y lugar, como la cultura y el comercio o, en otras especies, el tipo de cortejo o el sistema reproductivo.

“La violencia tiene un componente evolutivo, pero no significa que existe un determinismo genético”, asegura Gómez

En los últimos años, el psicólogo evolutivo Steven Pinker se ha convertido en uno de los pensadores más relevantes —y polémicos— precisamente por publicar un par de libros (La tabla rasa y Los ángeles que llevamos dentro) en los que argumentaba que la violencia humana iba a menos a lo largo de la historia y que estaríamos viviendo en uno de los periodos menos peligrosos para nuestra integridad. Consultado por este trabajo de Nature, Pinker asegura a Materia que se siente “impresionado” por el trabajo de Gómez y su equipo: “Ojalá este estudio hubiera estado disponible cuando escribí el libro”.

“Es un análisis creativo y minucioso, y desde luego es consistente con mi concepción de la historia de la violencia”, afirma Pinker, quien resalta que muchos animales, no solo los humanos, matan a miembros de su propia especie, y que siendo tan sociales y territoriales es previsible que tengamos importante nivel de violencia, aunque hayamos sabido corregirla con leyes e instituciones. “Aunque señalé todos estos puntos en Los ángeles que llevamos dentro, ellos lo han demostrado con mucha mayor precisión, rigor y profundidad”, elogia.