La oxitocina fue llamada la hormona del amor pero es fundamental durante los conflictos

JAVIER SALAS / NOTICIA MATERIA

Hace cuatro décadas que la excelente primatóloga Jane Goodall nos reveló que nuestros primos los chimpancés también van a la guerra, llevándola hasta las más sangrientas y crueles consecuencias. Las implicaciones sobre lo que esto supone en términos evolutivos son muy interesantes, dado que humanos y chimpancés eligieron este tipo de conflictos territoriales frente a sus parientes más próximos, los bonobos, un matriarcado pacifista. Pero hay muchos mecanismos presentes en esa conducta que todavía están por descubrirse.

La oxitocina es un arma de doble filo: ayuda a fortalecer los lazos del grupo pero también despierta agresividad hacia los demás

Por ejemplo, el factor hormonal y el papel que desempeñan en los conflictos de humanos y chimpancés. Un estudio acaba de mostrar un aumento notable de los niveles de oxitocina en la orina de los chimpancés cuando se encuentran en guerra con otro grupo rival. Esta hormona sufrió el apelativo de “hormona del amor” durante mucho tiempo porque estaba asociada a la consolidación de relaciones sociales humanas de pareja y de la madre hacia su bebé. Ahora, también podemos certificar que es la hormona de los hermanos de armas, según el trabajo de los investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva que firman este trabajo.

Ya se habían observado altos niveles de oxitocina en chimpancés después de compartir comida y de asearse y acicalarse mutuamente. Pero se presuponía que también producirían esta hormona en situaciones conflictivas en las que la coordinación entre los individuos del grupo es esencial para su supervivencia. Tras seguir a los chimpancés de Taï, en Costa de Marfil, los investigadores observaron ese aumento de oxitocina mientras se encontraban en escenarios de hostilidad con otros grupos. En estas situaciones, por ejemplo, los animales apenas abandonaban la unidad del grupo en comparación con otros momentos en los que reina la paz y cada chimpancé se mueve con más libertad.

En un experimento virtual, esta hormona multiplicaba las opciones de que estudiantes holandeses sacrificaran la vida de un musulmán

“Nuestros resultados sugieren que el comportamiento de cohesión del grupo entre los chimpancés frente a la amenaza exterior se apoya probablemente en el mismo mecanismo fisiológico sugerido para el altruismo parroquial humano, el sistema oxitocinérgico”, concluyen los investigadores.

En este sentido, varios estudios recientes han ayudado a entender cómo se activa esta hormona no sólo en situaciones amorosas. En situaciones más oscuras, como cuando nos envuelven escenarios bélicos o racistas, los humanos también nos servimos de la oxitocina para encerrarnos con más fuerza en nuestra parroquia frente al enemigo o al distinto.

En 2010, la revista Science publicó un trabajo liderado por Carsten De Dreu en la que se mostraba a las claras que la oxitocina es un arma de doble filo: consolida el amor del grupo y despierta la agresividad hacia los ajenos. Tras inhalar la hormona, los sujetos estudiados tomaron decisiones más lesivas contra los grupos que no eran el suyo. Estos resultados llevaron a hablar incluso de la posibilidad de usarla en soldados. Posteriormente, usó este método para mostrar que al inhalar oxitocina los humanos nos volvemos más xenófobos: en un experimento virtual, multiplicaba las opciones de que estudiantes holandeses sacrificaran la vida de un musulmán.

“El estímulo que desencadena la liberación de oxitocina en contextos intergrupales, sin embargo, sigue siendo desconocido para los seres humanos o los chimpancés”, escriben ahora los investigadores del Max Planck. Y añaden: “La necesidad fundamental de un apoyo dentro del grupo en tiempos de conflicto entre grupos no es únicamente humana, sino que aparentemente también está presente en uno de nuestros parientes vivos más cercanos, el chimpancé”.