Un análisis del efecto del ejercicio sobre la depresión muestra que solo proporciona beneficios moderados. Cuando se observan los estudios de mayor calidad, esos beneficios se diluyen

DANIEL MEDIAVILLA / NOTICIA MATERIA

“Cuando tienes ansiedad o depresión, el ejercicio suele parecer la última cosa que quieres hacer. Pero una vez que consigues motivarte, el ejercicio puede marcar una gran diferencia”. La afirmación procede del equipo de la prestigiosa Clínica Mayo, de Nueva York. Este punto de vista es compartido por muchos otros profesionales e instituciones, como el servicio nacional de salud del Reino Unido (NHS), que lo sugieren como una alternativa al tratamiento para depresivos. Sin embargo, una revisión de estudios que han tratado de observar en qué medida puede beneficiar el ejercicio a los depresivos no ha encontrado efectos positivos claros.

La depresión afecta a más de cien millones de personas en todo el mundo. Habitualmente, la enfermedad se trata con fármacos y terapia psicológica, pero en ocasiones estos tratamientos son rechazados por el estigma que para algunas personas supone, por ejemplo, asistir a la consulta de un psicólogo, o por los efectos secundarios que tienen los medicamentos. El deporte es una de las terapias alternativas o de complemento que se pueden aplicar a quienes padecen una depresión. Los cambios hormonales, la distracción de pensamientos negativos o las relaciones sociales que implica su práctica pueden estar detrás de los potenciales beneficios.

Para tratar de observar si la prescripción de ejercicio tiene fundamento, un equipo dirigido por Gillian Mead, de la Universidad de Edimburgo, analizó 35 trabajos que habían tratado de ver qué efectos tiene el ejercicio sobre la depresión y cuál es el valor de ese efecto cuando se lo compara con el de los fármacos, la terapia psicológica u otros tratamientos alternativos. Los resultados, que se han publicado en The Cochrane Library, muestran que el ejercicio puede tener un efecto moderado sobre la depresión. Sin embargo, cuando se eliminan los estudios de peor calidad, que son una mayoría, y se analizan los resultados obtenidos solo por los de mayor calidad, los resultados del ejercicio son “pequeños y estadísticamente insignificantes”, según Mead.

La investigadora cree que aún son necesarios más estudios de calidad que comparen el efecto del ejercicio con el de fármacos o psicoterapia para poder tener resultados concluyentes. Este tipo de estudios, señala, son difíciles de hacer sin incluir sesgos porque es difícil ocultarle a un paciente al que se receta hacer deporte si está en un grupo que de verdad está recibiendo el tratamiento, o en un grupo de control o de placebo. Esto hace que los enfermos, que tienen que valorar por sí mismos qué efecto tiene sobre su salud el tratamiento, estén condicionados. Además, tampoco hay estudios que permitan saber, por ejemplo, si correr es mejor que hacer pesas o el tratamiento óptimo es una combinación de ambas actividades, o si los beneficios del ejercicio continúan cuando se deja de practicar.

Pese a las evidentes limitaciones del conocimiento sobre los efectos del ejercicio en la salud de los depresivos, Mead considera que, al menos como complemento, el ejercicio sigue siendo un tratamiento interesante. “No hay efectos negativos reportados del ejercicio y teniendo en cuenta los resultados positivos de su práctica en la población en general, creo que sigue siendo interesante considerar el ejercicio para las personas con depresión”, concluye la investigadora.

REFERENCIA

‘Exercise for depression’ DOI: 10.1002/14651858.CD004366.pub6