GONZALO CASINO / @gonzalocasino / gcasino@escepticemia.com / www.escepticemia.com

Sobre las expectativas de los beneficios y riesgos de las intervenciones médicas

Todas las intervenciones médicas, ya sea un tratamiento, un cribado u otro tipo de prueba, comportan beneficios y riesgos. Las decisiones sobre si realizar o no una determinada intervención dependen en buena medida en la percepción de sus beneficios y riegos. ¿Son correctas las expectativas de los clínicos? La pregunta es muy pertinente ante la preocupación por la eficiencia de las intervenciones y el crecimiento del gasto sanitario. Algunos estudios habían ofrecido respuestas parciales, pero ahora tenemos una más global. Dos investigadores australianos acaban de publicar en JAMA Internal Medicine la primera revisión sistemática (sin limitaciones de idioma, diseño del estudio y tipo de intervención) sobre las expectativas de los médicos acerca de los beneficios y/o riesgos de casi un centenar de intervenciones. La conclusión es preocupante: los clínicos raramente (en poco más del 10% de los casos) tienen una percepción correcta. Se equivocan en todas las direcciones, pero hay un patrón dominante: en su mayoría sobrevaloran los beneficios e infravaloran los riesgos.

La revisión, que incluye 48 estudios realizados en 17 países con más de 13.000 clínicos, es toda una llamada general de atención sobre el exceso de confianza en las intervenciones. Muestra, por ejemplo, que los pediatras sobrevaloran los beneficios de los antibióticos en las otitis agudas mientras los neurólogos infravaloran el riesgo de defectos congénitos de los antiepilépticos y los ginecólogos el riesgo de aborto de una amniocentesis. Los riesgos de las radiaciones de las pruebas de diagnósticos por la imagen son ampliamente subestimados, como también lo es el riesgo de muerte por una colonoscopia para el cribado del cáncer de colon. Por su parte, los cirujanos infravaloran el riesgo de rechazo de un órgano trasplantado, así como el riesgo de muerte por la reparación de una hernia inguinal o por la extirpación de un pulmón, la próstata y otros órganos. Aunque en algunos casos se infravalora el beneficio (por ejemplo, el tratamiento con warfarina de la fibrilación auricular), el entusiasmo terapéutico es lo más habitual.

Las consecuencias de este entusiasmo son claras (exceso de intervenciones, gasto innecesario y merma en la calidad asistencial), pero sus causas no lo son tanto. Influyen, ciertamente, el abrumador volumen de estudios médicos y su dispersión. El médico no es un científico y es difícil hacerle llegar de manera eficaz las pruebas sobre los beneficios y riesgos de las intervenciones. Los intereses comerciales de esta información es otro factor que hay que tener en cuenta. Y también hay que considerar las expectativas de los propios pacientes. Según reveló otra revisión realizada en 2015 por los mismos autores, son convergentes: los enfermos también tienden a sobrevalorar los beneficios e infravalorar los riesgos. La sinergia de ambas expectativas deformadas crea sin duda unas desmedidas ilusiones terapéuticas que muestran hasta qué punto la tecnología se ha impuesto en la asistencia en detrimento de otros aspectos importantes en el arte de curar.

Solo se equivoca quien toma decisiones. Pero, si no se parte de una correcta estimación de los beneficios y riesgos, es más fácil equivocarse. Para facilitar la discusión sobre las intervenciones, los autores australianos destacan la necesidad de facilitar a los clínicos resúmenes claros y concisos con información útil y de calidad. Los pacientes, por su parte, deberían colaborar preguntando a sus médicos qué beneficios y riesgos tiene la intervención, cuáles son sus opciones y qué pasa si no se hace nada, como apunta la oncóloga australiana Ranjana Srivastava en una tribuna publicada en el diario The Guardian. Y los periodistas, comunicadores, editores de revistas y demás agentes también beberían actuar de forma sinérgica para que no tengamos expectativas irreales sobre el poder de los fármacos y demás tecnología médica.

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Autor
Gonzalo Casino es periodista científico, doctor en medicina y profesor de periodismo en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Ha sido coordinador de las páginas de salud del diario El País durante una década y director editorial de Ediciones Doyma/Elsevier. Publica el blog Escepticemia desde 1999.

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Columna patrocinada por IntraMed y la Fundación Dr. Antonio Esteve:

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