La comunidad científica acuerda una subclasificación del tumor colorrectal que favorecerá el desarrollo de terapias personalizadas

JESSICA MOUZO QUINTÁNS / NOTICIA MATERIA

No es lo mismo padecer un cáncer de colon de apellido CMS1 que un cáncer de colon con el sobrenombre de CMS4. Al microscopio del científico que estudia y analiza los tejidos enfermos no se aprecia la diferencia pero, en realidad, se trata de tumores colorrectales completamente diferentes, con un comportamiento clínico distinto y un pronóstico desigual. La clave está en el estudio genético de las neoplasias. La información genómica del tumor permite ponerle un apellido y atajar la dolencia de la forma más efectiva según el sobrenombre que lleve con una terapia personalizada para combatirlo.

Los tumores de mama, por ejemplo, ya disponen desde hace tiempo de un segundo nombre según las características que revele su análisis molecular. De apellidar el cáncer colorrectal, por su parte, se ha encargado un equipo de investigación del Instituto de Oncología del Vall d’Hebron (VHIO) de Barcelona, que ha conseguido el apoyo de la comunidad científica internacional para clasificar la neoplasia maligna en varios subtipos según sus características genéticas. Los subgrupos aparecen hoy publicados en la revista científica Nature.

Investigadores de Vall d’Hebron clasifican genéticamente el cáncer colorrectal en cuatro subtipos

Ha sido preciso analizar más de 4.000 muestras de pacientes afectados con esta dolencia y la intervención y el trabajo en común de una quincena de equipos de investigación de todo el mundo para llegar a la conclusión de que los tumores colorrectales están divididos en cuatro tipos. El CMS1 —Consenso Molecular Subtipo 1— afecta al 15% de los pacientes y como tiene una activación inmunológica muy potente, sería el tipo de cáncer más beneficiado por la inmunoterapia. El CMS2, por su parte, es el más común de los tumores (un 40%) y el que presenta mayor inestabilidad cromosómica. El CMS3 tiene irregularidades metabólicas vinculadas a las mutaciones de un gen, el KRAS. Y por último, el CMS4, que lo sufren un 30% de los enfermos, es el que presenta un pronóstico más desfavorable y mayor riesgo de metástasis. “Los tumores son radicalmente diferentes a nivel genómico. La biología tan diferente entre los de los distintos subtipos nos confirma que casi podría tratarse de tumores diferentes”, explica el doctor Rodrigo Dienstmann, investigador principal del estudio.

“Antes teníamos dos pacientes en el mismo estadio de la enfermedad, al que les aplicábamos las mismas terapias y uno acababa con un pronóstico muy favorable y el otro con una metástasis y más complicaciones del tumor. Ahora entendemos por qué los tumores se comportan de forma tan diversa ante un mismo tratamiento”, señala Dienstmann. Los investigadores aseguran que el consenso alcanzado permitirá a los oncólogos catalogar las neoplasias de sus pacientes dentro de unos de estos subtipos y saber el pronóstico y el comportamiento clínico de la enfermedad según el caso. “Podemos estratificar más a los pacientes y caminar hacia los tratamientos personalizados, eligiendo la terapia que mejor les convenga según su tipo de tumor”, apostilla el investigador.

La biología de los distintos subtipos nos confirma que casi podría tratarse de tumores diferentes”, explica el investigador Rodrigo Dienstmann

El primer paso, asegura Dienstmann, ya está en marcha. Se trata de ensayos clínicos dirigidos a averiguar qué terapias son las más beneficiosas para cada subtipo de cáncer colorrectal. “En el CMS4 sabemos que el pronóstico es peor y hay más riesgo de metástasis, por lo que tenemos que ver cuáles son las alteraciones moleculares, las dianas en las que dar, y probar terapias contra estas moléculas”, apunta. El investigador apuesta “refinar el uso” de los tratamientos que ya hay en el mercado y optimizarlos de forma que solo accedan a ellos los pacientes que, según el apellido de su cáncer, vayan a tener un alto beneficio.

Además, los investigadores también proponen volver la vista atrás y repasar estudios y ensayos clínicos que fallaron en el pasado. “En los últimos años salieron muchas investigaciones que resultaron negativas, sin beneficio para el paciente. Queremos revisar esas terapias porque a lo mejor no estaban incidiendo en la población diana adecuada”, señala Dienstmann. El científico no descarta que, en unos años, “cuando en vez de 4.000 se analicen 40.000 muestras de pacientes”, aparezcan nuevos subgrupos de tumores. “Se puede ir mucho más allá con el big data y van a seguir saliendo subclasificaciones pero, en la próxima década, al menos, esta es la única clasificación disponible. Hemos marcado el punto de partida”, sentencia.