Un nuevo complejo hospitalario conectado al instituto de los Nobel de Medicina redefine el cuidado de la salud con espacios más acogedores y procesos más eficientes

MANUEL ANSEDE / NOTICIA MATERIA

Un físico sueco rodeado de albañiles muestra, con el semblante muy serio, un fotograma de Los Pitufos. Se encuentra en las obras de construcción del que aspira a ser uno de los mejores hospitales del mundo: el Nuevo Karolinska Solna, en Estocolmo (Suecia). El investigador, Stefan Skare, explica el desafío al que se enfrenta. Trabaja con equipos de resonancia magnética, esos cacharros formados por un potente imán con forma de anillo en el que se introduce a un paciente para obtener imágenes detalladas de sus órganos. Cualquiera que haya estado dentro de uno sabe lo que se siente. Durante minutos interminables, el paciente debe permanecer tumbado y absolutamente quieto, dentro de un túnel ceñido, sobre una mesa dura y sometido a un zumbido irritante.

“Tenemos un problema”, explica Skare. “La gente no aguanta quieta dentro del aparato. Y, si se mueven, la foto de sus órganos sale movida. Se calcula que el movimiento cuesta 15 dólares por cada minuto perdido, unos 115.000 dólares desperdiciados cada año por cada equipo de resonancia magnética”, señala. El físico sueco menciona a niños y a pacientes con claustrofobia, dolor, párkinson o con lesiones cerebrales. No son capaces de quedarse quietos. Pero Skare enseña el vídeo de un niño entrando al aparato obnubilado por una pantalla adosada a su cabeza. “Está viendo Los Pitufos y no se mueve”, apunta. Gracias a esa solución, la imagen médica sale más nítida y se ahorran miles de euros.

“Buscamos tratamientos más efectivos a precios menores y para eso hemos creado un nuevo modelo de colaboración con la industria”, explica la biotecnóloga Annika Thoresson, del Centro de Innovación del complejo hospitalario, que incluye el antiguo Hospital Karolinska, construido en 1940. El Nuevo Karolinska Solna recibirá a su primer paciente en 2016. Tendrá 630 habitaciones, todas individuales para evitar infecciones y errores en la medicación, ocuparán más de 20 metros cuadrados cada una, con capacidad para acomodar a un familiar y con ventanales casi hasta el suelo para que los niños y las personas en silla de ruedas puedan contemplar sin problemas el exterior.

El nuevo hospital estará conectado por una pasarela al Instituto Karolinska, uno de los centros de investigación médica más reconocidos de Europa. Medio centenar de sus profesores elige cada año a los ganadores del premio Nobel de Medicina. En el complejo hospitalario habrá 2.500 investigadores trabajando mano a mano con médicos, pacientes y, algo más sorprendente, con la industria.

“Estocolmo aspira a convertirse en la región del mundo que lidere la investigación en salud humana y calidad de vida”, reza un cartel en el hospital, con permiso de otros centros médicos de fama mundial, como la Clínica Mayo, en Rochester (EE UU). El nuevo hospital sueco será universitario, 100% público, pero una de las claves de su modelo será la mencionada cooperación con la industria. El centro ha firmado acuerdos de innovación con empresas como Boston Scientific, GE Healthcare, Philips Healthcare, Olympus, Siemens y Getinge.

“El coste del cuidado de la salud está creciendo mucho. Y nosotros vemos que tenemos intereses comunes con la industria para mejorar juntos los procesos. Nosotros no queremos comprar una máquina, queremos la máquina más el compromiso del fabricante de mejorar los procesos de atención al paciente durante años”, añade Thoresson. “Si ahorramos seis millones de euros en costes, lo compartimos con la industria”.

El 1% de los 1.500 millones de euros presupuestados para la construcción del hospital se ha destinado a obras de arte

El departamento de imagen del cerebro que dirige Stefan Skare ya pule este concepto en el antiguo Hospital Karolinska. Empotrados en un equipo de cuatro radiólogos trabajan dos técnicos de GE Healthcare, la multinacional que ha organizado y pagado el viaje de este periódico y otros medios internacionales dentro de un viaje de prensa sobre el futuro de la salud. Juntos trabajan para desarrollar aparatos de resonancia magnética capaces de detectar y adaptarse a los movimientos de la cabeza de una persona con párkinson. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma.

El Nuevo Karolinska Solna es especial a primera vista. El 1% de los 1.500 millones de euros presupuestados para su construcción se ha destinado a obras de arte: esculturas, pinturas y objetos de diseño salpicados por el hospital, incluso en el techo de las salas de rayos X. “El arte y la cultura en todas sus formas tienen tanto efectos preventivos como curativos. En el nuevo hospital, el arte desempeñará su papel en la caja de herramientas médicas”, resume en un folleto Gunnar Bjursell, un biólogo molecular del Instituto Karolinska interesado en la fusión entre la neurociencia y las humanidades.

También sorprende la red de tubos neumáticos que conecta todos los puntos del hospital. Los fármacos, las bolsas de sangre y los materiales de laboratorio se transportarán rápidamente por esa malla de tubos. Otros elementos, como sábanas y toallas, viajarán a bordo de carritos robotizados.

Un posible paciente de cáncer podrá en un solo día hacerse pruebas, tener el diagnóstico, un plan de tratamiento y una cita para comenzarlo a la semana siguiente

Si la estrategia del nuevo hospital funciona se sabrá en poco tiempo. “Sabemos cuándo un coche es caro, pero ¿cuándo es caro un tratamiento contra el infarto cerebral? Si vas a 10 hospitales te darán 10 respuestas diferentes”, sostiene el médico Andreas Ringman, director de operaciones del Nuevo Karolinska Solna. Su equipo mide ya en el antiguo Karolinska los resultados médicos logrados en cada paciente y el coste de su tratamiento, para tomar futuras decisiones basadas en la evidencia.

“Nosotros no nos preguntamos qué tal le ha ido a un paciente en el departamento de Cardiología, sino qué tal le ha ido desde que ha entrado en el hospital hasta que ha salido. Hacemos una medida transparente de los resultados y de los costes. Y en tiempo real, no en dos o tres años, sino en tres días”, asegura Ringman.

Un vídeo promocional ilustra cómo funcionará el Nuevo Karolinska Solna, si los planes salen bien. En las imágenes aparece una posible paciente de cáncer con su pareja llegando al hospital una mañana. La consulta, los exámenes y las pruebas que antes requerían varias semanas se llevan a cabo en un día, desde análisis de sangre hasta biopsias o una tomografía computarizada, el escáner de rayos X que fotografía un cuerpo en rodajas. Todos los laboratorios están bajo un mismo techo. Esa misma tarde, la paciente tiene el diagnóstico, un plan de tratamiento y una cita para comenzarlo a la semana siguiente. El equipo médico incluso invita a la paciente a participar en un ensayo clínico de un nuevo fármaco antitumoral. En el vídeo, todo parece muy fácil. A partir de 2016, habrá que verlo.