El sueco Tomas Lindahl, el estadounidense Paul Modrich y el turco Aziz Sancar ganan el Premio Nobel de Química 2015 por describir los mecanismos de las células para eliminar errores y protegernos del cáncer y otras enfermedades

NUÑO DOMÍNGUEZ / NOTICIA MATERIA

El sueco Tomas Lindahl, el estadounidense Paul Modrich y el turco Aziz Sancar han ganado hoy el Premio Nobel de Química por descubrir la “caja de herramientas” que usa la célula para reparar el ADN, según ha explicado un portavoz de la Real Academia de Ciencias de Suecia.

“Su trabajo ha aportado un conocimiento fundamental de las funciones vitales de las células y se usa, por ejemplo, en el desarrollo de nuevos tratamientos contra el cáncer”, ha resaltado la Academia.

Los tres investigadores reciben un tercio del premio por haber desarrollado un mapa a nivel molecular de los diferentes métodos que existen en cada una de nuestras células para detectar y eliminar errores en su código genético, lo que, entre muchas otras funciones, nos salva cada día de sufrir mutaciones que podrían desencadenar enfermedades.

Los hallazgos han “aumentado nuestro conocimiento de cómo funcionamos y pueden llevar al desarrollo de tratamientos que nos salven la vida”

Toda la vida del planeta se basa en el ADN, una molécula frágil, inestable y que comete errores. Cada día, unos dos billones de células de nuestro cuerpo se dividen para generar otras nuevas que regeneran los órganos y reemplazan a las que deben morir. El ADN completo de la célula madre (un libro de instrucciones para la vida con 3.000 millones de letras llamado genoma) se copia en la hija. En ocasiones se producen erratas, o mutaciones, la inmensa mayoría, inofensivas. Pero con los años se acumulan los errores que pueden afectar a partes fundamentales del genoma y causar problemas graves de salud, en especial cáncer, esa enfermedad inherente a la vida. Desde el exterior de la célula, el panorama no es mejor, pues el ADN sufre constantes agresiones en forma de radiación solar, tabaco, malas dietas…

Olvido injusto

A principios de la década de 1970, el médico Tomas Lindahl (Estocolmo, 1938) estudió cómo el ADN sufre cada día miles de agresiones potencialmente letales, tantas que hubieran impedido la aparición de vida en la Tierra si no existiese un mecanismo de reparación. Poco después, en 1974, publicó su estudio describiendo unas enzimas que cortan los pequeños trozos de ADN dañado para proteger el resto de la cadena. El proceso se conoce como reparación por escisión de base. Actualmente Lindahl es investigador del Instituto Francis Crick de Reino Unido.

Sancar, nacido en Savur (Turquía) de padres analfabetos en 1946, comparte el premio por describir otro mecanismo similar. Médico y biólogo molecular, su trabajo inicial sobre cómo las bacterias sobreviven a dosis letales de radiación ultravioleta fue ignorado durante años, lo que le obligó a conformarse con un humilde puesto de técnico de laboratorio en la universidad de Yale para seguir investigando. El jurado del Nobel reconoce ahora a Sancar por haber descrito en 1983 la reparación por escisión de nucleótido, otras enzimas cuyas tijeras cortan cadenas mucho más largas de ADN dañado y permiten al genoma seguir funcionando correctamente. Hoy, Sancar, que trabaja en la Universidad de Carolina del Norte (EE UU) y tiene doble nacionalidad, se ha convertido en el primer Nobel de ciencia de origen turco.

Sancar se ha convertido en el primer Nobel de ciencia de origen turco

En 1989, Paul Modrich, que actualmente es profesor de la Universidad Duke de EE UU, descubrió un tercer mecánico del ADN, en este caso encargado de corregir erratas durante el proceso de copia. Este mecanismo enmienda 999 de cada 1.000 errores de copia. Gracias al trabajo pionero de los premiados, ahora se sabe que todos funcionan igual en células humanas, animales y bacterianas y explican de forma universal por qué estamos vivos. También detallan la causa de algunas enfermedades, como la propensión congénita al cáncer de piel o de colon debido a que los sistemas de reparación celular están dañados.

Recientemente la ciencia le ha dado la vuelta a ese problema para desarrollar nuevos fármacos. Se sabe que las células de cáncer son más inestables y dependen más de los mecanismos de reparación celular para seguir vivas. Ya hay algún fármaco en uso que inhibe esos mecanismos de protección solo en las células malignas para hacer que enfermen y mueran.

La investigación básica hecha por los premiados, ha dicho la Academia, “no solo ha aumentado nuestro conocimiento de cómo funcionamos, sino que también puede llevar al desarrollo de tratamientos que nos salven la vida”.