Una bomba de insulina inteligente es capaz de gestionar las peligrosas caídas de azúcar

Está previsto que el dispositivo se comercialice en Europa en unos meses

JAIME PRATS / NOTICIA MATERIA

El último paso en la carrera que distintos grupos de investigación de todo el mundo mantienen para desarrollar un páncreas artificial que haga la vida más fácil a las personas con diabetes llega de Australia. Xavier Homes, de cuatro años y con diabetes tipo 1, es el protagonista de este avance al haber recibido un nuevo dispositivo, que en pocos meses se distribuirá en Europa, capaz de adelantarse y gestionar las temidas hipoglucemias, las caídas de los niveles de azúcar en sangre que pueden dar lugar a la pérdida de conciencia.

“Es un gran avance, aunque aún no podemos hablar de páncreas artificial, sino como mucho de bomba de insulina inteligente”, explica Ignacio Conget, de la unidad de diabetes del hospital Clínic de Barcelona. Conget tuvo la oportunidad de probar este equipo (el modelo 640G de Medtronic) en sus pacientes en octubre pasado, en la fase de prueba previa a la autorización por parte de las autoridades sanitarias europeas. “Si el 6 es páncreas artificial, nos encontramos entre la fase 2 y 3”, comenta, “aunque esto va muy rápido”.

La diabetes se debe a la incapacidad del páncreas de producir insulina suficiente (tipo 1, la que suele desarrollarse en la niñez) o a que el cuerpo desarrolla resistencias frente a esta hormona (tipo 2, ligada a la obesidad y a edades más avanzadas). La insulina ayuda a mantener unos niveles de glucosa normales en la sangre, por lo que si falta, la presencia de azúcar se dispara y es necesario aportar la hormona (inyectarla) para corregir este desequilibrio.

Las bombas de insulina para los enfermos de diabetes tipo 1 están muy extendidas. Se trata de unos pequeños equipos portátiles del tamaño de un teléfono móvil que administran esta sustancia a través de una cánula subcutánea de forma continuada en la dosis programada, a partir de las estimaciones de la ingesta de alimentos (es decir, de azúcar). Los dispositivos más evolucionados lanzan una alarma cuando detectan que los niveles de azúcar descienden y existe el riesgo de hipoglucemia. En este momento, el paciente ha de alimentarse para equilibrar la glucosa en sangre.

El nuevo equipo presentado el miércoles en el hospital Infantil Princesa Margarita de Perth da un paso más. Un sensor le permite detectar con una antelación de 30 minutos el momento en el que descenderán los niveles de azúcar, por lo que, ante esta situación, el dispositivo detiene la infusión de insulina para prevenir la hipoglucemia y vuelve a administrarla cuando estima que los niveles se han recuperado y han vuelto a tasas seguras.

El coste del dispositivo ronda los 7.000 euros, según los precios anunciados en Australia, y se limita a los afectados por la diabetes tipo 1 (la menos frecuente)

El coste del dispositivo ronda los 7.000 euros, según los precios anunciados en Australia, y se limita a los afectados por la diabetes tipo 1 (la menos frecuente). La sanidad pública española financia las bombas de insulina convencionales, pero no las que cuentan con sensores de ayuda de este tipo, por lo que quedaría fuera de las prestaciones a la que pueden acceder los pacientes del Sistema Nacional de Salud.

El reto aún pendiente en este tipo de equipos consiste en responder no a las bajadas de azúcar, sino a los incrementos de glucosa en la sangre, una situación bastante más compleja de manejar. Se trataría de diseñar algoritmos capaces de variar la administración de insulina en función de los cambios de los niveles de azúcar que se vayan registrando en el paciente a lo largo de día.

En ello están varios grupos, entre los que se encuentra el formado por Ignacio Conget junto con investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia, la Universidad de Girona y el hospital Clínico de Valencia. El proyecto del que forman parte ha diseñado un dispositivo con un novedoso algoritmo que ya cuenta con el aval de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios para ser probado en un ensayo clínico.