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No se puede estigmatizar a ninguna profesión, ni clase, ni género, ni opción sexual

CARME VALLS-LLOBET | Artículo original

El derecho a la salud de las mujeres tuvo que reivindicarse como una necesidad separada de la salud global de la población, ya que la atención a las diferencias en el enfermar de mujeres y hombres no se tenían en cuenta dentro de las ciencias de la salud. La fecha del 28 de mayo, como Día Internacional para la Salud de las Mujeres, fue propuesta hace ya más de 30 años por la Red de Salud y Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, con la doctora Isabel Matamala a la cabeza, para exigir los derechos a la salud sexual y reproductiva de las mujeres, una atención digna del embarazo y parto y el derecho al aborto.

Aunque la consecución de estos derechos ha sido muy irregular o inexistente en muchos lugares de Latinoamérica, la celebración de este día se ha extendido a todo el mundo. Las pioneras nos enseñaron que visibilizar la salud de las mujeres, en todos los aspectos, y no aceptar ninguna forma de violencia ni obstétrica ni sanitaria, ni proveniente de las condiciones de vida y trabajo, era pasar de invisibles víctimas del sistema a protagonistas en la defensa del derecho a la salud.

La salud humana depende de la biología, psicología, condiciones sociales y, como se va demostrando últimamente, de la exposición a riesgos ambientales, que en el caso de las mujeres por el efecto de los disruptores endocrinos ambientales supone nuevos riesgos invisibles y no valorados.

Como decía Bea Masià en las Jornadas de Ciudades Vivibles, celebradas en Barcelona: “Si vivimos en ciudades donde nos rodea el sufrimiento, el sexismo, el androcentrismo y las diferentes expresiones de violencia directa y cotidiana, nuestra salud está en riesgo”. El derecho a vivir en ciudades con aire limpio, con respeto a la movilidad segura, libre de discriminaciones, y de estigmas para todo tipo de mujeres y profesiones es un derecho a la salud.

Como dice Dolores Juliano, a veces las mujeres han de sobrevivir estableciendo “conductas solidarias con todas la estigmatizadas” ya que se debe elegir entre varias malas opciones y escoger la menos mala. El derecho a la salud abarca el derecho a ser atendida por el sistema sanitario, atendiendo a la diversidad. No se puede estigmatizar a ninguna profesión, ni clase, ni género, ni opción sexual.

Para poder atender a la diversidad hay que valorar la potencia de las redes de profesionales y activistas. La Xarxa de Dones per la Salut, en Catalunya, la REDCAPS de Profesionales para la salud de las mujeres, en España y las alianzas internacionales que establece Entrepobles, Helia dones y múltiples organizaciones no gubernamentales nos han permitido definir cuales son las estrategias para conseguir los derechos.

La ciencia de la diferencia

Falta crear y difundir la ciencia de la diferencia dentro de las ciencias de la salud, atender a la salud integral y no troceada, acabar con la separación cuerpo mente y la medicalización de la salud mental, y es muy urgente preparar a los profesionales sanitarios para que puedan detectar todo tipo de violencia de género y para que no la ejerzan en relación con sus pacientes. He compartido la preocupación en cómo cambiar las mentalidades de profesionales sanitarios que, de manera consciente o inconsciente, ejercen la violencia estructural, con la directora general de los Comités de trabajo en salud de Palestina, Shatha Odeh, que trabajando en centros asistenciales en situaciones muy precarias han comprobado las dificultades que tienes los profesionales sanitarios, para cambiar los propios estereotipos y roles hacia las mujeres, que están sufriendo violencia. Cambiar el rol de dar órdenes a educar y compartir cambios.

El derecho a la salud para todas las mujeres implica hacer propuestas para cambiar y mejorar la vida, en las ciudades, en los lugares de trabajo, en los espacios domésticos, y en las condiciones globales de salubridad. Las mujeres no solo dan la vida biológicamente, sino que las luchas de las diversas corrientes feministas ponen en el centro la vida, la paz y la calidad de vida en la salud por encima de sus diferencias. La tarea no es fácil. Gioconda Belli ya nos avisa “que es más ardua la tarea de ser optimista”, pero a pesar de las dificultades no podemos dejar de ejercer el optimismo de la razón. Las mujeres desean dejar de ser víctimas a ser agentes de cambio, porque la mayoría de las mujeres desean superar el miedo a vivir, y poder ejercer el derecho a disfrutar de ser mujer.

La autora de este artículo forma parte de la Red de Científicas Comunicadoras.