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GONZALO CASINO / @gonzalocasino / gcasino@escepticemia.com / www.escepticemia.com

Sobre las exageraciones con reclamo científico en torno al microbioma y la salud

Tras unas pocas décadas de intenso escrutinio científico de las posibilidades terapéuticas relacionadas con el microbioma y los probióticos, prácticamente no hay enfermedad ajena a este prometedor campo de investigación. Por su parte, los medios de comunicación han acogido con las manos abiertas a los “microbios amigos”. Y las redes sociales y toda suerte de páginas web son hoy campo abonado de ideologías, presunciones y mensajes falsos o exagerados sobre sus beneficios para la salud. Quizá el término “probiótico” haya propiciado esta escalada de exageraciones (no vendría mal un estudio sobre las expectativas de salud asociadas a la semántica de algunas sustancias, como las vitaminas y los probióticos). Pero lo cierto es que buena parte de esta retórica invoca el nombre de la ciencia ignorando la evidencia científica, muy limitada en este campo.

Aunque el foco está puesto en las enfermedades intestinales (diarrea, enfermedad inflamatoria intestinal, hígado graso, etc.), la panoplia de problemas de salud relacionados con el microbioma y los probióticos es amplísima:  obesidad, cáncer, diabetes, depresión, aterosclerosis, asma, osteoporosis, autoinmunidad… sin faltar algunos clásicos de la literatura pseudocientífica como el autismo o el alzhéimer. En un reciente estudio publicado en BMJ Open se identificaron hasta 138 supuestos beneficios difundidos en la prensa general que se lee en Estados Unidos y Canadá.

De los 830 artículos analizados (publicados en 41 periódicos: 18 canadienses, 18 estadounidenses y 5 británicos), la mayoría (62,2%) abordaba un solo tema sobre el microbioma y la salud, mientras el 11,8% abarcaba cuatro o más. El tema más frecuente era la salud en general (34,2%), seguido de la salud digestiva (15,2%) y la inmunidad (12,7%). En la muestra, casi todos (89,2%) los artículos que trataban de los beneficios asociados al microbioma informaban además de acciones que uno puede realizar para conseguirlos. El estudio detalla 87 acciones, siendo las cuatro más mencionadas tomar alguna comida o bebida (44,9%), tomar probióticos (21,0%), evitar ciertos alimentos (10,2%) y evitar el uso de antibióticos (6,6%).

Un hallazgo relevante de este trabajo es que solo una mínima parte (19%) de los artículos de la muestra periodística discutía las limitaciones de la ciencia sobre el microbioma o sus aplicaciones a la salud. Como cabía esperar, son menos los artículos que incluyen información sobre estas limitaciones entre los que tratan el microbioma desde un punto de vista general (15,7%) que entre los que abordan algún aspecto concreto (30,0%). Aunque los artículos periodísticos mencionan a menudo investigaciones y citan a científicos y profesionales de la salud, la representación general de la investigación sobre el microbioma “parece estar demasiado simplificada o muy exagerada, y sirve más bien como medio para promover y validar las ideas y los productos sobre el estilo de vida contenidos en los artículos”, según los autores de este estudio.  También señalan con acierto que en casi la mitad (46,8%) de los artículos en los que era evidente una crítica a la falta de evidencia se presentabas las limitaciones como una simple cuestión de investigación preliminar, lo que puede dar pie a pensar que con el tiempo acabará llegando el respaldo científico.

Si así están las cosas en la prensa, donde existe un filtro profesional para depurar la información, en el conjunto de internet y en las redes sociales están mucho peor. Los mensajes sobre microbioma y salud son generalmente menos ajustados a la evidencia, por más que muchas de estas informaciones incluyan referencias científicas y supuestas citas de autoridad. La ciencia, ciertamente, se invoca en muchos sitios, pero esta invocación es más una coartada o un reclamo para “vender” unos beneficios que, excepto en contados casos, están lejos de haber sido probados.


Autor
Gonzalo Casino es periodista científico, doctor en medicina y profesor de periodismo en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Ha sido coordinador de las páginas de salud del diario El País durante una década y director editorial de Ediciones Doyma/Elsevier. Publica el blog Escepticemia desde 1999.

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Columna patrocinada por IntraMed y la Fundación Dr. Antoni Esteve