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GONZALO CASINO / @gonzalocasino / gcasino@escepticemia.com / www.escepticemia.com

Sobre el efecto revulsivo de la etiqueta #justsayinmice en la información biomédica

Muchas informaciones sobre estudios biomédicos olvidan el pequeño detalle de señalar que han sido realizados en ratones u otros animales de experimentación. Ciertamente, algunas sí lo dicen, pero en una parte tan poco relevante del texto que es como si no lo dijeran. Y el malentendido ya está creado, pues mucha gente no llega a leer el texto completo y, en todo caso, el mensaje escueto que recircula por las redes omite este importante matiz. Parece una perogrullada, pero los ratones no son humanos y los resultados de los estudios en animales de experimentación no pueden trasladarse sin más a las personas. Lo que ocurre en un ratón no tiene por qué ocurrir en el organismo humano y, además, suelen pasar bastantes años hasta que esto se comprueba, si es que se llega a hacer. Bastaría añadir la coletilla “en ratones” a muchos titulares para evitar este grave error que genera tanta confusión y socava la confianza en la ciencia y el periodismo científico.

Hace un par de meses, el científico y bloguero estadounidense James Heatherstuvo la tonta idea –como el dice– de crear la cuenta de Twitter @justsayinmicepara llamar la atención sobre este clamoroso sesgo informativo que alienta tantas falsas expectativas. Lo que parecía una provocación, ya tenía 1.700 seguidores a las 24 horas y 15.000 tan solo 48 horas después, según refiere Heathers en su artículo In mice, explainedHoy son ya más de 63.000 los seguidores de esta idea que ha servido de revulsivo para que muchos informadores científicos –como han reconocido en Twitter– tengan bien presente que su titular no está completo si no incluye la apostilla “en ratones”.  El mensaje es bien diferente si decimos “El aceite de oliva virgen extra protege del Alzheimer” en vez de “El aceite de oliva virgen extra protege del Alzheimer en ratones, o “Las bacterias intestinales influyen en la obesidad” en vez de “Las bacterias intestinales influyen en la obesidad en ratones. Entre un mensaje y otro existe todo un abismo científico, metodológico y temporal, que es el que hay entre los estudios preclínicos y los clínicos, aparte de las limitaciones de los modelos con ratones que, como si fueran humanos, toman aceite de oliva virgen extra y padecen Alzheimer y obesidad.

Aunque los estudios con animales (la mayoría son en ratones, y de ahí la simplificación) son muy valiosos en una primera fase de algunas investigaciones biomédicas, sus resultados son muy preliminares y hay que considerarlos con cautela en el contexto de la salud humana. De entrada, la mayoría no se replica en humanos: solo pasaron a ensayos clínicos el 37% de los experimentos en animales muy citados y publicados en siete de las mejores revistas para este tipo de estudios (ScienceNatureCellNature MedicineNature GeneticsNature Immunology y Nature Biotechnology). Además, para iniciar estos estudios en humanos pueden pasar entre 1 y 15 años (7 de media). Y finalmente, cuando ya se tienen resultados, estos no siempre son coincidentes (de hecho, en el 18% de los casos son contradictorios).

Una buena costumbre que tenían algunos periódicos era no informar sobre estudios con animales en la sección de salud, para no crear falsas expectativas, y reservarlos para la sección de ciencia. En las ediciones digitales esta juiciosa frontera es menos visible y quizá lo más sensato sería el silencio informativo sobre unos resultados que, en el mejor de los casos, tardarán años en confirmarse en humanos. Y, si realmente existe interés informativo, tengamos presente todos –investigadores, médicos, comunicadores, periodistas y público en general– el #justsayinmice y no olvidemos decir “en ratones”.


Autor
Gonzalo Casino es periodista científico, doctor en medicina y profesor de periodismo en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Ha sido coordinador de las páginas de salud del diario El País durante una década y director editorial de Ediciones Doyma/Elsevier. Publica el blog Escepticemia desde 1999.

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Columna patrocinada por IntraMed y la Fundación Dr. Antoni Esteve