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La oxitocina segregada por las caricias es la responsable del placer experimentado cuando nos tocan

ADELA MUÑOZ PÁEZ | Artículo original

¿A quién no le gusta que le rasquen la espalda cerca de la base del cuello? Al menos yo, me derrito. Pues bien, resulta que no soy nada original, detrás de esa sensación tan placentera, como detrás de infinidad de sensaciones y placeres, hay una molécula, la molécula de la felicidad.

Uno de los primeros hechos que puso de manifiesto que la química jugaba un papel protagonista en comportamientos aparentemente intangibles como los que gobernaban la atracción sexual, fue el descubrimiento de la feromonas. Estas moléculas controlan la vida amorosa y las comunicaciones en los insectos cuando son segregadas por un individuo de una especie y detectadas por otro individuo de la misma especie, usualmente mediante el olfato. Son las sustancias encargadas de guiar a las hormigas hacia sus hormigueros o a los insectos macho hacia las hembras.

Feromonas contra las plagas 

Su descubrimiento no pareció tener aplicación práctica, pero terminó revolucionando el control de las plagas. Así, por ejemplo, si se quiere eliminar un insecto que ataca a los naranjos, basta con identificar las feromonas que segrega la hembra e impregnar un recipiente trampa con ellas. En época de apareamiento los machos volarán como locos hacia esas hembras virtuales y allí encontrarán la muerte sin haber podido copular, haciendo que la plaga se extinga por falta de reproducción. Es una forma mucho más eficaz de luchar contra las plagas de la agricultura que los insecticidas que matan a todo bicho viviente y pueden alterar un ecosistema, aunque es ciertamente maquiavélica.

Tras el descubrimiento de las feromonas se comenzó a investigar la existencia de sustancias similares en organismos superiores como los mamíferos. ¿Se imaginan el enorme negocio que podrían hacer los fabricantes de colonias si tuvieran la fórmula las feromonas que atrajeran a las hembras o a los machos humanos? Es posible que se hayan hecho investigaciones en ese sentido, pero desafortunadamente nuestro sentido del olfato no está tan desarrollado como el de los insectos y, por otro lado, la atracción sexual en los humanos está determinada por otros muchos estímulos, como el visual o el saldo de la cuenta corriente. Los seres humanos también segregamos feromonas, No obstante su función no es tan determinante como en los insectos porque somos mucho más complejos.

Pero disponemos de otras moléculas que modifican el estado de ánimo o dan lugar a sensaciones placenteras. Es el caso de la FenilEtilAmina, PEA son sus siglas en inglés, un neurotransmisor o neuromodulador que afecta a la libido, a las relaciones interpersonales o al subidón de los corredores tras el ejercicio. Dado que se ha relacionado con el conjunto de sensaciones que acompañan al hecho de enamorarse, podría pensarse que era el ingrediente secreto de los filtros de amor mencionados en las obras de Shakespeare. No es el caso, porque la mayor parte de la PEA no producida por nuestro organismo sino ingerida se degrada en el intestino. Aun así, ¿quién sabe si la adicción el chocolate se debe a que este alimento contiene PEA?

Son derivados de la PEA, es decir tienen la misma estructura base y algunos sustituyentes diferentes, sustancias como la dopamina, relacionada con el desarrollo de adicciones o la capacidad de aprendizaje, la serotonina, cuyo déficit origina depresión y esquizofrenia, y la adrenalina, que prepara el cuerpo para una actividad extenuante.

La oxitocina tiene una estructura diferente, es un péptido, pero también actúa como neurotransmisor; sus funciones más conocidas son inducir las contracciones uterinas actuando como desencadenante del parto al final del embarazo y tras este, activar la producción de leche. En este último caso la liberación de oxitocina es inducida por el tacto: la contracción de las glándulas mamarias se produce al ejercer presión sobre el pezón; la oxitocina favorece además la relación madre-hijo, al acompañar la secreción de leche de una sensación placentera para la madre. Esta molécula se ha definido como la ‘hormona social’, dado que se ha propuesto como responsable de la necesidad de los seres humanos de tocar, acariciar y ser tocados y acariciados. Así, el placer experimentado cuando nos acarician la base del cuello es consecuencia de la oxitocina segregada por esa caricia.

Los procesos en los que intervienen los neurotransmisores y neurorreguladores siguen siendo investigados dada su extrema complejidad, de lo que no hay duda es de que somos química, pura química.