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La renovación urbanística tiene un coste oculto para el bienestar psíquico y físico de los residentes

Barcelona reproduce patrones de operaciones llevadas a cabo en otras ciudades del mundo

ISABELLE ANGUELOVSKI | Artículo original

Inversores, urbanistas, restauradores y hoteleros promueven a menudo el valor de “regenerar” barrios como el Raval, el Born, SantPere y Santa Caterina o Poble Nou en Barcelona. Esta intervención aumenta la calidad de la vida y la seguridad, en su opinión, gracias a nuevos espacios públicos, parques, tiendas atractivas y edificios restaurados. Algunos lo presentan como la evolución natural de las ciudades. Otros incluso emplean las siniestras expresiones “lavar la cara a los barrios” o “esponjarlos“.

Sin embargo, a la regeneración le sigue casi siempre la gentrificación: un cambio en los precios y en la composición social de los barrios, que favorece a residentes más privilegiados. Investigaciones recientes en varias ciudades del mundo han revelado que la gentrificación produce peor salud y menor bienestar para los residentes de toda la vida.

Por ejemplo, el Barcelona Lab for Urban Environmental Justice and Sustainability (BCNUEJ, del cual forman parte los firmantes de este artículo) ha llevado a cabo entrevistas y observaciones en Barcelona y Boston, en el marco del proyecto europeo GreenLulus, que investiga el impacto social del verde urbano. Este trabajo, aún no publicado, ha revelado similitudes chocantes entre diversas ciudades de EE.UU y Europa.

Salud mental en riesgo

La gentrificación produce estrés crónico, depresión y pensamientos suicidas, aun en barrios que se han vuelto más verdes y vivibles. Esto ocurre de forma aguda entre los que están bajo amenaza de desahucio. En Barcelona, un estudio reciente ha revelado que el 84% de los hombres y el 91% de las mujeres bajo amenaza de expulsión tienen mala salud mental. En East Boston -un barrio históricamente poblado por residentes de origen latinoamericano e italiano, de clase trabajadora, que sufre la gentrificación– los líderes comunitarios relatan que “muchos jóvenes hablan de suicidio”.

Tanto en Barcelona como en Boston, subidas improvisas y severas de los alquileres obligan a algunas familiasa mudarse a otros barrios, a menudo en medio del año escolar. Esto puede generar estrés agudo, trauma y ansiedad tanto en los padres como en los niños.

En ambas ciudades, adultos y niños que consiguen quedarse a menudo no se sienten bienvenidos en parques infantiles y espacios verdes que solían frecuentar. En Barcelona, se ha detectado este fenómeno en el Pou de la Figuera y en el Parc de la Catalana. Algunos dicen que han empezado a evitar los huertos o espacios de ocio reformados, porque se sienten fuera de lugar. Otros residentes – en Barcelona, Boston y otras ciudades – pierden por completo el acceso a huertos urbanos, que son reemplazados por nuevas infraestructuras y pisos, o entregados a nuevos usuarios.

Contaminación de la construcción

Muchos residentes, tanto en Barcelona como en Boston, relatan sufrir estrés o falta de sueño por la contaminación del aire y acústica, derivada en buena parte por la edificación descontrolada en barrios en proceso de gentrificación, o por turistas ruidosos. La contaminación del aire asociada con la construcción aumenta el riesgo local de enfermedades respiratorias como el asma.

Además, la mayor densidad de población tiene efectos en el transporte público. En Barcelona, los turistas están saturando líneas de autobús cerca de monumentos famosos, transformándolas en un servicio prácticamente exclusivo para ellos. Esto incrementa el estrés y la ansiedad, relacionados con los retrasos en llegar al trabajo o la sensación de falta de aire durante el trayecto (algo que afecta especialmente a mayores y niños).

Droga y atropellos

La investigación de la gentrificación ha revelado también que esta contribuye a más inseguridad, especialmente en lo relacionado con las drogas. Un barrio muy denso como Sant Pere y Santa Caterina tiene alrededor de cinco clubes canábicos legales, y muchos más ilegales, algunos cerca de escuelas. Dado que el consumo legal de marihuana en Barcelona se ha convertido en una atracción para los turistas (“turismo de la droga“), estos clubes se abren sobre todo en los puntos calientes del turismo.

Un estudio reciente hecho en California halló que eran los nuevos residentes los responsables de la mayoría de casos de borrachera en los barrios gentrificados. En el medio y largo plazo, los residentes vulnerables, especialmente los más jóvenes, también podrían estar en riesgo de caer en el abuso de droga y alcohol.

Finalmente, los residentes tienen también más riesgo de sufrir accidentes de tráfico. Nuevas tiendas de bicis y patinetes eléctricos de alquiler abren en calles peatonales, por las que los turistas se precipitan en estos vehículos.

Acciones de contraste

Si la gentrificación empeora la salud. eso quiere decir que sus beneficios “naturales”  no alcanzan a la mayoría de la población. No obstante, algunas acciones están intentando poner el bienestar de los residentes actuales en el corazón de la planificación urbanística.

Por ejemplo, el Ayuntamiento de Barcelona aprobó en septiembre la designación del 30% de las nuevas viviendas  a alojamiento social. En Philadelphia, el Ayuntamiento creó un Banco de la Tierra  en 2013, con el cometido de transformar los solares abandonados en parcelas públicas.

Iniciativas como esas, y otras orientadas a apoyar a los residentes más vulnerables y a trabajar con las organizaciones sociales y comunitarias, contribuyen al beneficio de los ciudadanos en el largo plazo, y a ciudades más igualitarias y saludables.

*firman este artículo también los otros integrantes del BCNUEJ. Isabelle Anguelovski forma parte de la Red de Científicas Comunicadoras