A finales de 2005, The Lancet publicaba un estudio en el que se confirmaba que el uso de betabloqueantes en el tratamiento de la hipertensión arterial aumenta el riesgo de ictus y en el que se cuestionaba su efectividad como terapia de primera elección con respecto a otros antihipertensivos. Esta publicación trastocó los cimientos de un tratamiento hasta entonces ampliamente aceptado y aplicado por la comunidad médica, y supuso un nuevo exponente de uno de los valores intrínsecos, a menudo ignorado, de la ciencia: el carácter cambiante de sus evidencias.

Sobre la variabilidad de las ‘verdades’ científicas trató precisamente este encuentro organizado por la Fundación Dr. Antonio Esteve en el marco de la XVII edición de la Escuela de Verano de Salud Pública, que cada año tiene lugar en el Lazareto de la capital menorquina, Mahón. Dado que esta realidad cambiante afecta, con amplitud de miras, a toda la sociedad, la reunión contó con variedad de miradas y puntos de vista, desde la del clínico que debe asumir estos cambios como parte de su práctica diaria a la de algunos de los encargados de transmitir a la sociedad la información científica, es decir, editores de revistas biomédicas y medios de comunicación en general.

Interacciones entre Farmacología, Atención Sanitaria y Salud Pública, título del encuentro, se dividió en tres exposiciones y una posterior discusión entre todos sus asistentes. Los encargados de moderar la reunión fueron Esteve Fernández, del Institut Català d’Oncologia y director de la revistaGaceta Sanitaria, y Fèlix Bosch, de la Fundación Dr. Antonio Esteve. Abrió la jornada Vicente Alfaro, Medical Writing de la compañía biofarmacéutica PharmaMar, con una visión de los diferentes criterios en los que se ha basado la Medicina a lo largo de su historia. Así, por ejemplo, si a principios del siglo XX podíamos hablar de una medicina basada en la eminencia, es decir en la palabra de ilustres facultativos, hoy, y desde mediados del siglo pasado, vivimos en la era de la medicina basada en la evidencia.

Con sus pros y sus contras, la ciencia médica se asienta actualmente sobre bases científicas contrastadas con estudios de calidad pero, como hemos podido comprobar, dichas bases pueden ser superadas por otras nuevas que las refuten. Así, tal como citó Alfaro, todo progreso no es sino un error constantemente rectificado. Tarea del clínico es, pues, la obligada actualización en el momento de la toma de decisiones.

Xavier Bonfill, director del Centro Cochrane Iberoamericano, institución especializada en la elaboración de revisiones sistemáticas, planteó la relatividad de las evidencias científicas desde el momento en que existen importantes sesgos en los resultados de las investigaciones en las que se basan. Sesgos de financiación, por ejemplo, de manera que se omiten determinados resultados por motivos económicos, o sesgos de publicación, cuando no todas las investigaciones derivan en un artículo científico, por sólo citar algunos. Bonfill insistió como medida para paliar este déficit en la importancia de los estudios de revisión a la hora de aportar más información en las decisiones clínicas.

Por último, Francisco Pozo, del Servicio de Neumología del Hospital 12 de Octubre de Madrid, reflexionó con suma franqueza sobre la tarea del clínico. Una tarea dominada por constantes apuestas, en las que el profesional debe sopesar el daño y el beneficio a la hora de determinar un tratamiento.“Nunca trabajamos con certidumbres” afirmaba Pozo sobre su profesión. Algo que no toda la sociedad presupone sobre una ciencia de la que nos acostumbran a llegar multitud de sentencias. En esta voluntad, la de evidenciar el carácter cambiante de la evidencia científica, deberían involucrarse y aportar su granito de arena todos los actores implicados, es decir, comunidad científica, Administración pública, revistas biomédicas, periodistas, pero también asociaciones de pacientes y ciudadanos en general.