Un consorcio público-privado español lanza el proyecto Spark para desarrollar un fármaco que frene el deterioro cognitivo que incapacita a estos enfermos

JESÚS MÉNDEZ / NOTICIA MATERIA

¿Qué es lo que caracteriza a la esquizofrenia, aquello que principalmente la define? La respuesta más usual suelen ser las alucinaciones, como las que sufría Rusell Crowe en Una mente maravillosa, la película sobre el matemático ganador del Nobel de Economía —y enfermo de esquizofrenia— John Nash. Pero, en realidad, lo más frecuente es el deterioro cognitivo, la lenta pero generalmente progresiva degeneración cerebral que sufren los enfermos a lo largo de los años, y que en buena parte de los casos les dificulta llevar una vida normal, les limita su acceso al trabajo (un 90 % de los pacientes se encuentra en paro) y les conduce a una mayor dependencia del entorno que les rodea. Y para el que todavía no existe ningún tipo de tratamiento.

El problema es aún mayor si se tiene en cuenta que la esquizofrenia está muy lejos de ser una enfermedad minoritaria. Aproximadamente un 1 % de la población la padece (más de 400.000 personas solo en España) y es la tercera enfermedad más incapacitante. Sin embargo, esta incapacidad no suele provenir directamente de las alucinaciones o de los delirios, los llamados “síntomas positivos”. Aunque altamente angustiosos e invalidantes, la mayoría de las veces estos síntomas terminan controlándose gracias a los fármacos conocidos como antipsicóticos (cuya eficacia fue descubierta por casualidad). La incapacidad, por el contrario, se debe en gran parte al deterioro cognitivo, que a veces se observa ya en la adolescencia y para el cual no ha habido hallazgo casual alguno que lo frenase. El hecho de que el origen y mecanismo último de la enfermedad siga siendo desconocido tampoco ayuda a su solución.

Más de 400.000 personas padecen esquizofrenia en España y es la tercera enfermedad más incapacitante

“La esquizofrenia es una enfermedad muy heterogénea, con numerosos receptores cerebrales que parecen implicados, y esto complica el desarrollo de tratamientos”, comenta Miquel Bernardo, director de la Unidad de Esquizofrenia del Hospital Clinic, en Barcelona, e investigador principal de la red de Salud Mental CIBERSAM. Entre otros cosas, el deterioro cognitivo suele provocar que los pacientes tengan dificultades con la memoria de trabajo (les cuesta utilizar la información que reciben), con la memoria verbal y con la concentración. En la actualidad, estos problemas se suelen tratar con técnicas de rehabilitación cognitiva, ejercicios destinados a entrenar estas áreas y que consiguen un beneficio moderado. “El problema es que estas mejoras no suelen mantenerse a largo plazo”, asegura Bernardo.

Entre los fármacos que se han ensayado se encuentran toda una batería de compuestos contra las más variadas dianas. Sin embargo, ninguno ha llegado a aprobarse. Se han estudiado incluso aquellos que han mostrado cierto beneficio en alzhéimer, pero también estos parecen ineficaces en la esquizofrenia. “Probablemente porque el mecanismo y las áreas del cerebro implicadas son diferentes en las dos enfermedades”, señala Bernardo. Aunque aún no puede descartarse la utilidad de todos ellos, solo un tipo, los que actúan sobre los llamados receptores nicotínicos, genera un optimismo relevante. Aun así, su eficacia real todavía se desconoce.

En medio de esta búsqueda ha aparecido una nueva y prometedora vía. Y aunque aún es muy preliminar, acaba de recibir un espaldarazo para probar si realmente puede ayudar a estos pacientes. Un consorcio público-privado liderado por la biotecnológica Iproteos (spin-off alojada en el Parc Científic de Barcelona) y en el que también participan la biofarmacéutica Ascil-Biopharm, el Instituto de Investigación Biomédica, el Centro de Regulación Genómica y la Universidad del País Vasco ha puesto en marcha el proyecto Spark, el cual acaba de recibir una ayuda de 500.000 euros del Ministerio de Economía y Competitividad para proseguir sus estudios.

Mientras que la mayoría de fármacos probados hasta ahora buscan como destino final las membranas de las neuronas, el de Spark actúa en su interior

Varias son las novedades que incluye el proyecto; por un lado “se usa lo que se conoce como un péptido mimético, una pequeña parte de una proteína modificada muy específica, lo cual reduce los posibles efectos secundarios”, comenta Teresa Tarragó, científica cofundadora de Iproteos. Por otro, resulta novedoso el mecanismo de acción. Mientras que la mayoría de fármacos probados hasta ahora buscan como destino final las membranas de las neuronas, este actúa en su interior: “Lo que produce es un aumento de calcio dentro de la célula, y esto da un lugar a una cascada de reacciones que parecen eficaces para tratar el deterioro cognitivo en la esquizofrenia. O incluso para otras enfermedades como el párkinson”.

Preguntada por los indicios que la nueva molécula muestra, Tarragó afirma que las pruebas que han realizado en el laboratorio “son muy prometedoras. Los experimentos nos indican que en los animales que usamos como modelo mejora diversas funciones, especialmente la memoria”. Sin embargo, se mantiene cauta respecto a las expectativas: “Este fármaco podría ayudar en la calidad de vida de los pacientes, pero no estamos diciendo que vaya a curar la esquizofrenia”. Además, “falta tiempo para saber si es eficaz en humanos”, salto que es particularmente complejo para este tipo de medicamentos, muchos de los cuales fracasan antes de poder llegar al mercado.

Queríamos que, si teníamos éxito, la gente que nos apoyó pudiera en cierta forma beneficiarse”

Para Miquel Bernardo, esta vía “es de gran interés, ya que se dirige hacia un mecanismo con mucho potencial”. Con las reservas necesarias, de confirmarse su utilidad “tendría una repercusión muy grande, especialmente entre los pacientes jóvenes, a los que la enfermedad ataca cuando todavía están en periodo de aprendizaje y en los que podría prevenirse especialmente su deterioro posterior.” Ahora mismo el consorcio prosigue los estudios sobre el nuevo fármaco a la vez que prepara diversas fórmulas para que pueda ser probado en pacientes.

Pero el proyecto tiene una peculiaridad más: el año pasado cerró una exitosa campaña de crowdfunding (financiación colectiva). Recaudó 100.000 euros —cifra récord para un proyecto de este tipo—, con la aún más extraña particularidad de que repartía acciones sobre futuros beneficios, según el importe donado. “Queríamos que, si teníamos éxito, la gente que nos apoyó pudiera en cierta forma beneficiarse”, afirma Tarragó, para quien esta campaña fue especialmente importante a la hora de dar a conocer el proyecto. “El dinero recaudado nos ayudó, pero es una iniciativa muy cara. La campaña nos permitió establecer contactos que de otra manera quizás no hubiéramos conseguido”. Ahora han logrado arrancar el proyecto, dar al menos el primer paso: “Si no lo hacemos nosotros mismos, todo quedaría en un buen artículo publicado. Pero el conocimiento debe llegar y serle útil a la sociedad. Y aunque las farmacéuticas invierten mucho dinero, no lo suelen hacer en este tramo inicial de la investigación; es necesario dar un paso más”, concluye Tarragó.