Dolencias como la artrosis o el dolor de espalda tienen un gran coste social y económico, pero tienen más dificultades para atraer financiación y talento

DANIEL MEDIAVILLA / NOTICIA MATERIA

Ninguna enfermedad es glamourosa, pero algunas han ganado un prestigio como amenazas terribles que la lucha contra ellas ha conquistado la imaginación del público y la atención de las administraciones públicas. Las cifras de mortalidad del cáncer o las enfermedades cardiovasculares, o los efectos devastadores de males como el alzhéimer, las han colocado entre este grupo de enfermedades que acaparna más atención. Otras, sin embargo, producen un sufrimiento amplio, pero más difícil de cuantificar y, aparentemente, menos urgente.

“Las enfermedades musculoesqueléticas afectan a mucha gente, pero son poco mediáticas”, lamentaba recientemente Alejandro Toledo, presidente de la Alianza General de Pacientes. En España, según datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, un 33% de la población (más de 10 millones de personas) acude anualmente al médico por este tipo de enfermedades que incluyen la lumbalgia, el dolor de cuello o la artritis reumatoide. Para mitigar el sufrimiento que producen estas enfermedades, un 22% de la población consume medicamentos para el dolor en las articulaciones.

Además del padecimiento que provocan estas enfermedades, el coste para el sistema sanitario y para el economía en general es muy importante. Según el proyecto ArtRoCad, solo los costes de las artrosis de cadera y rodilla suponen el 0,5% del Producto Interior Bruto (PIB) español, y en total, las enfermedades musculoesqueléticas son la causa del 60% de las incapacidades permanentes en Europa y la principal causa de discapacidad física.

Las musculoesqueléticas causan el 60% de las incapacidades temporales en Europa

Sin embargo, pese a lo abultado de las cifras, que pueden colocar el coste social de estas dolencias cerca de los tumores o las cardiacas, las enfermedades reumáticas no cuentan con su propio centro nacional de investigación, como sucede con el CNIO para el cáncer o el CNIC para las enfermedades cardiovasculares y, comparado con estas últimas, reciben aproximadamente la mitad de financiación por parte del Instituto de Salud Carlos III.

“Los desenlaces de estas enfermedades no son tan crudos”, reconoce Rosario García de Vicuña, coordinadora científica de la Estrategia en Enfermedades Reumáticas y Musculoesqueléticas. Sin embargo, cuando se tiene en cuenta el daño global, se observa mejor la dimensión del problema causado por estas enfermedades. “Para un paciente joven diagnosticado con una enfermedad inflamatoria crónica, supone un gran impacto para su trayectoria vital, por ejemplo, si quiere ser piloto y lo tiene que dejar, y hay personas que se tienen que levantar dos horas antes para ir a trabajar por la rigidez que sufren”, señala.

Además, “si no se les controla bien, estos pacientes sufren más infecciones graves o más eventos cardiovasculares”, añade. José Luis Pablos, coordinador de la Red de investigación en inflamación y enfermedades reumáticas (RIER), también destaca la importancia de valorar el impacto de estas dolencias asociadas. “Las enfermedades reumáticas crónicas son un factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares equiparable al tabaco o la diabetes”, indica.

Una intervención precoz puede reducir en un tercio los días de incapacidad laboral

Juan Ángel Jover, jefe del Servicio de Reumatología del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, también menciona que en algunos casos es difícil evaluar el impacto de las enfermedades musculoesqueléticas por falta de datos. “Cuando estudias enfermedades que causan muerte, como el cáncer o las cardiovasculares, los datos son muy accesibles porque los recopila el Instituto Nacional de Estadística (INE)”, afirma. Sin embargo, para personas que solo son tratadas en primaria y que no ingresan en hospitales, falta información. “Hay datos indirectos, que se obtienen a través de encuestas. El problema es que las preguntas se suelen plantear en relación a cosas que ya se conocen y esto puede quedar fuera del radar”, añade.

Una manera de conocer el alcance de estas enfermedades es obtener datos del sistema de pagos de compensación de las bajas laborales. “En los Presupuestos Generales del Estado de cada año hay un epígrafe dedicado a la incapacidad temporal y la invalidez permanente de alrededor de 12.000 millones de euros; de ellos en torno al 20% se debe a enfermedades musculoesqueléticas”, explica Jover.

Además de evaluar mejor los costes directos e indirectos de estas enfermedades, uno de los aspectos fundamentales para reducir el daño para los pacientes y para la economía es la intervención precoz. “En enfermedades reumáticas hay muchos ejemplos que demuestran que el diagnóstico precoz cambia totalmente el curso de la enfermedad y puede evitar una discapacidad a largo plazo”, explica García.

Investigadores trasversales muestran más interés en el cáncer o las cardiovasculares

Uno de estos estudios, liderado por Jover, mostró que una intervención precoz e intensiva puede reducir significativamente la duración de las incapacidades temporales relacionadas con enfermedades musculoesqueléticas y los costes sanitarios asociados. Las pruebas realizadas con esta filosofía en el Hospital La Fe de Valencia y el Marques de Valdecilla de Santander mostraron una reducción del número de días de incapaciad temporal de un 27 y un 32,7% respectivamente.

La clave de estos resultados se encuentra en que se aceleró la llegada de los pacientes a los especialistas en reumatología, reduciendo un tiempo de espera que está relacionado directamente con las posibilidades de recuperación de los enfermos. “Cuando estudias la curva de recuperación de la gente, ves que cuanto más se tarda en recuperar una discapacidad más se cronifica, y no se sale de ese ciclo del dolor y la discapacidad”, señala García.

Dedicarle tiempo como a una cirugía

También es importante que los médicos puedan dedicarle tiempo a sus pacientes. “Hay que verles muchas veces, cuatro o cinco veces en dos semanas, durante más tiempo del que suelen tener los reumatólogos para una consulta normal”, señala Jover. El cambio de planteamiento lo ejemplifica el médico comprando lo que sucede en otras especialidades. “Un cirujano, para operar un cerebro, puede necesitar cinco horas, y si para tratar estas enfermedades se necesita dedicar tres horas a lo largo de cuatro semanas, se deberán dedicar”, concluye.

Según un estudio que incluyó a más de 13.000 pacientes, la puesta en marcha de este tipo de planes de intervención precoz sería muy rentable para el Estado, con un retorno de unos nueve euros por euro invertido. De hecho, solo la reducción en el uso de fármacos y de tratamientos de fisioterapia cubriría los costes de una intervención de este tipo.

Las enfermedades reumáticas son un factor de riesgo cardiovascular como el tabaco

Junto a los aspectos asistenciales del tratamiento de las enfermedades musculoesqueléticas, que concentran gran parte del tiempo y el esfuerzo de los especialistas en la materia, desde grupos de investigación como los agrupados en la RIER siguen investigando con cuatro objetivos: la prevención de la enfermedad cardiovascular, la búsqueda de marcadores genéticos que influyan en la aparición de estas enfermedades, la identificación de biomarcadores para aplicar una medicina individualizada y la búsqueda de nuevas dianas terapéuticas.

En este ámbito, también afecta el menor atractivo de estas enfermedades. “Hay grandes investigadores de áreas trasversales, como la genética o la epidemiología, que podrían trabajar con nosotros, pero prefieren colaborar con grupos de investigación cardiovascular o cáncer porque son más atractivos y tienen más dinero”, apunta Pablos. “Científicamente es un campo atractivo, porque la inmunología es un área científicamente atractiva y trasversal a todas las enfermedades que aquí es donde más sentido tiene, porque todas estas enfermedades están relacionadas con la inflamación”, añade. “Pero atraer a estos investigadores pasa por mejorar la financiación”, concluye.