Los tumores de origen desconocido son uno de los 10 más frecuentes

EMILIO DE BENITO / NOTICIA MATERIA

La huella epigenética (los semáforos que hacen que un gen se active o no) de los cánceres secundarios sirve para identificar su origen. Esta es la última aplicación del estudio de los marcadores que hacen que un gen se exprese o se inhiba (la epigenética) que, como destaca su investigador Manel Esteller, director del programa de Epigenética y Biología del Cáncer del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), “ya tiene una aplicación práctica”. “En 2012 encontramos un dispositivo que detectaba las metilaciones [la principal marca del epigenoma] en muchos sitios, y ya tenemos su desarrollo comercial”, añade Esteller.

La base del desarrollo es que “cada cáncer tiene un patrón de metilación distinto”, explica el investigador. Con el dispositivo se identifican estas huellas epigenéticas, y se “compara con las 10.000 fotos de tumores humanos que tenemos”, añade. Estas radiografías corresponden a los 40 cánceres más frecuentes, “de la cabeza a los pies”. Con ello se pretende solucionar un problema: “Los tumores de origen desconocido son uno de los 10 más frecuentes”, señala Esteller. “Debutan ya con metástasis, y el oncólogo se encuentra con un tumor en ganglios, costillas o piel que no encajan con ese tejido”. En estos casos es fundamental saber cuál es el cáncer primario porque es el que corre más prisa tratar. “En general estos tumores tienen muy mal pronóstico porque se diagnostican tarde; muchos pacientes mueren a los seis meses. Son situaciones típicas en cáncer de pulmón y de páncreas”, afirma.

En la práctica, el investigador señala varios éxitos que ya ha tenido el Epicup, nombre del dispositivo que comercializa Ferrer. “Por ejemplo un médico no sabía el origen de un cáncer. Le dijimos que era gástrico, y le pudimos orientar. Le dijimos que mirara la mutación HER2, y así le pudieron dar un tratamiento específico”.  En otro caso que relata, el cáncer original era de mama, pero al ser en un hombre había pasado desapercibido. Una vez diagnosticado fue muy fácil de localizar.

Estos enfoques enlazan el diagnóstico epigenético con la medicina personalizada que tanto se menciona cuando se habla de oncología: buscar las mutaciones o proteínas específicas de un cáncer para así darle un tratamiento a la medida, solo que en este caso se busca la huella epigenética, un nivel superior de señalización de los genes. Esteller afirma que se trata de un proceso que cuesta unos 2.000 euros por proceso, y que actualmente están recogiendo muchas muestras de manera altruista para verificar el funcionamiento. “Es un precio comparable a otras técnicas, y que puede ahorrar mucho más en tratamientos inútiles”, apunta. Y eso no redunda solo en la economía del proceso. “Lo fundamental es que aumenta la supervivencia porque permite identificar mejor la enfermedad en los casos en que hay tratamiento, y, por otro lado, evita toxicidades innecesarias porque indica qué tratamientos no tienen sentido porque el paciente no va a responder”.