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GONZALO CASINO / @gonzalocasino / gcasino@escepticemia.com / www.escepticemia.com

Sobre el desplazamiento de la autoridad del médico a la revisión sistemática

La medicina ha hecho durante el último cuarto de siglo su propia transición digital. No es un proceso acabado, ni mucho menos, por lo que no es fácil comprender su profundidad y alcance.  Además, los cambios son muy recientes, se han sucedido de forma acelerada y se confunden y solapan con los acontecidos en otros ámbitos. Google, los teléfonos inteligentes e incluso la Wikipedia, por citar solo algunos de los productos digitales que no había hace 20 años, también han transformado la medicina. Tendemos a meter todas estas novedades en el saco de la e-Salud, pero no siempre es fácil deslindar lo importante de lo accesorio. La telemedicina y la cibercirugía son espectaculares, pero si hubiera que identificar un cambio realmente profundo, este sería la pérdida de la autoridad del médico o, por mejor decir, el desplazamiento de la autoridad individual a la de un ente colectivo y distribuido en red, en el que también están presentes los pacientes.

Como todos los intermediarios, desde los libreros y demás comerciantes hasta los carteros y los periodistas, han visto erosionado su poder y campo de acción por la revolución digital. La población tiene ya acceso directo al conocimiento médico sin necesidad de ir al médico, aunque sigue reclamando su interpretación y su presencia, porque la medicina es una de las actividades que más se resiste a la despersonalización. Y las tecnologías digitales han hecho posible un deseo largamente anhelado: la posibilidad de sintetizar, resumir y actualizar el saber médico disperso en miles de estudios y experiencias personales. Gracias al trabajo colaborativo en red de miles de médicos, canalizado principalmente por la Colaboración Cochrane, ha sido posible transformar la experiencia personal en experiencia colectiva y desplazar la autoridad del médico a la revisión sistemática.

Este logro de la revolución digital es, probablemente, el mayor avance de la medicina en las últimas décadas y, a la vez, el más desconocido por el gran público. Por decirlo en términos sencillos, una revisión sistemática es la respuesta más científica que se puede dar a una pregunta de salud, el destilado científico de todo el conocimiento acumulado sobre esa cuestión. Para muchas preguntas sobre tratamientos, pruebas diagnósticas y otras intervenciones médicas no existe todavía una revisión sistemática y, a veces, ni siquiera, una respuesta científica, pero esta es otra cuestión. Además, las revisiones no solucionan el problema de cómo trasladar todo este conocimiento a la realidad individual de cada paciente, con sus valores, preferencias y circunstancias vitales únicas. Esta sigue siendo la importante tarea del médico.

El valor de la revisión sistemática es que lleva incorporado de serie la máxima exigencia en cuanto a metodología científica, con sus valores incuestionables de transparencia, reproducibilidad y escrutinio constante. Frente a la caja negra de la opinión individual, la revisión sistemática se presenta como una caja digital transparente y en permanente actualización. Esta obra colectiva es, en buena medida, responsable del revisionismo de la autoridad del médico, a la vez que la mejor garantía de que la medicina es una actividad técnica basada en la ciencia. La mayoría de los médicos lo saben y están involucrados en esta empresa colaborativa. Ahora, el gran reto es que los pacientes y el público también lo sepan y tengan a su alcance, en un formato sencillo y asequible, todo este conocimiento.


Autor
Gonzalo Casino es periodista científico, doctor en medicina y profesor de periodismo en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Ha sido coordinador de las páginas de salud del diario El País durante una década y director editorial de Ediciones Doyma/Elsevier. Publica el blog Escepticemia desde 1999.

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Columna patrocinada por IntraMed y la Fundación Dr. Antoni Esteve