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GONZALO CASINO / @gonzalocasino / gcasino@escepticemia.com / www.escepticemia.com

Sobre el flujo de lo noticioso y el pulso entre la novedad y la relevancia informativa

En 2013, The Guardian publicó lo que prometía ser algo más que un original artículo de opinión: Las noticias son malas para ti, y dejar de leerlas te hará más feliz. El mensaje, difundido en uno de los templos de la producción de noticias y en los años duros de la crisis de la prensa, no podía sonar más provocador. Y, ciertamente, no defraudó a los lectores, que replicaron y se contrarreplicaron en masa (hay 433 comentarios en la web). “Necesito noticias para saber lo que pasa en mi país y en el mundo”, objetó un lector. “¿Alguien más encuentra irónico que estemos leyendo esto en un periódico?”, decía otro. “Suena como un libro de autoayuda. Y esto normalmente se traduce en tonterías de psicología popular”, advertía un tercero.

El autor del artículo, el suizo Rolf Dobelli, ha acabado escribiendo un libro (Stop reading the news, publicado en 2019 en alemán y en 2020 en inglés) en el que desarrolla sus argumentos iniciales con la idea de persuadir al lector de que leer las noticias es más perjudicial que beneficioso. “Las noticias son para la mente lo que el azúcar es para el cuerpo: algo apetitoso, fácilmente digerible y extremadamente perjudicial”, escribe. “Los medios nos están alimentando con bocaditos que tienen un sabor agradable pero no satisfacen nuestra hambre de conocimiento. A diferencia de los libros y los artículos bien investigados, las noticias no pueden saciarnos”. El autor se refiere sobre todo a ese tipo de noticias superficiales, emocionales, espectaculares, breves, descontextualizadas y fáciles de producir y digerir que inundan el flujo noticioso. No todas son así, pero están por todas partes.

Dobelli ha querido escribir “Un manifiesto para una vida más feliz, tranquila y sabia”, tal como reza el subtítulo del libro, pero en su ímpetu por acumular argumentos, algunos (por ejemplo, que las noticias inhiben el pensamiento, nos hacen pasivos y matan la creatividad) adolecen de la superficialidad que critica en el periodismo.  Con todo, más que una crítica global, la suya es una crítica al periodismo simplificador y carroñero, contrapuesto al explicativo y de investigación, más lento y costoso, que no rechaza. Por ello, propugna la abstinencia de noticias de actualidad, que asegura que nos ocupan unos 90 minutos diarios, lo que representa un día de trabajo a la semana y más de un mes al año; y aprovechar ese tiempo en la lectura, más provechosa, de libros y artículos explicativos o de investigación.

Su razonamiento es que si dejas de leer las noticias no te pierdes nada importante salvo el tiempo y la concentración, pues las informaciones cuya intención es llamar la atención apelando a las emociones no ayudan a entender mejor el mundo y a tomar mejores decisiones, que son las dos características de una información relevante. Este periodismo emocional y superficial es ya demasiado habitual, sobre todo en los medios digitales, probablemente porque es más barato y genera las necesarias visitas para mantener a flote una industria que se distancia del concepto de servicio público que mucha gente espera del periodismo.

Algo, sin embargo, deben de tener estas banalidades para que tanta gente les dedique todo un mes al año sin provecho. Como ocurre con tantos asuntos, este también tiene una explicación evolutiva, la que alude a nuestro instinto básico por el cotilleo como fuente de información para desenvolvernos mejor como animales sociales. Toda esta información emocional podía ser importante para entender el entorno y tomar buenas decisiones en tiempos ancestrales, pero ahora ayuda bien poco y puede ser un estorbo. Entre la novedad noticiosa y la normalidad relevante, los medios optan generalmente por lo noticioso. Lo que funciona y otras variantes de la normalidad no suelen ser noticia, pero quizá deberían empezar a serlo si se quiere informar de lo relevante y con la debida proporción.


Autor
Gonzalo Casino es periodista científico, doctor en medicina y profesor de periodismo en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Ha sido coordinador de las páginas de salud del diario El País durante una década y director editorial de Ediciones Doyma/Elsevier. Publica el blog Escepticemia desde 1999.

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Columna patrocinada por IntraMed y la Fundación Dr. Antoni Esteve