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El aumento de la población urbana, la malnutrición y la obesidad junto con el cambio climático enfatizan la necesidad de impulsar sistemas alimentarios sostenibles y saludables

CARME BORRELL | Artículo original

Alrededor de un 55% de la población mundial vive en áreas urbanas, siendo este porcentaje mucho más elevado en Europa (76%). Tal como hemos comentado otras veces, la malnutrición es un problema importante. El último informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) pone en evidencia que la malnutrición vuelve a aumentar en el mundo desde el 2015, habiendo en 2018 821,6 millones de personas malnutridas, afectando sobre todo a los países más pobres. Al mismo tiempo, el sobrepeso y la obesidad se están incrementando. Por otra parte, la emergencia climática también hace hincapié en la alimentación ya que los sistemas alimentarios son responsables en buena parte de la emisión de gases de efecto invernadero y al mismo tiempo, el cambio climático pone en riesgo la producción de alimentos. Finalmente, cabe destacar la importancia de la inocuidad de los alimentos, concepto que se refiere a la ausencia de peligros en los mismos (de naturaleza microbiológica, química o física) que pueden afectar la salud de las personas consumidoras.

En octubre del 2015, alrededor de un centenar de ciudades de todo el mundo firmaron el pacto de política alimentaria urbana de Milán. Actualmente hay alrededor de 200 ciudades involucradas, los alcaldes de las cuales se comprometen a desarrollar sistemas alimentarios sostenibles y saludables. El Pacto consiste en 37 recomendaciones, agrupadas en las siguientes seis categorías:

1. Gobernanza: las recomendaciones pretenden por ejemplo fomentar la acción intersectorial en los gobiernos de las ciudades y la participación de los actores clave, revisar los planes existentes de política alimentaria o mejorar los sistemas de información disponibles.

2. Nutrición y dietas sostenibles: promover las dietas sostenibles y saludables, disminuir las enfermedades relacionadas con la mala alimentación como la obesidad o las enfermedades cardiovasculares, desarrollar guías sobre la dieta sostenible y saludable o establecer regulaciones y leyes que la promuevan como por ejemplo disminuyendo la producción de alimentos procesados ​​con exceso de sal, azúcar o grasas.

3. Equidad social y económica: acciones como facilitar que la alimentación saludable sea accesible para los grupos más desfavorecidos, reorientar los programas de alimentación en las escuelas para hacerlos más saludables y que lleguen a todos los menores, independientemente de su nivel socioeconómico, apoyar la economía social y solidaria o aumentar la formación y la investigación sobre la alimentación saludable y sostenible y las políticas para fomentarla.

4. Producción de alimentos: se recomienda la producción y proceso de alimentos a nivel urbano (los huertos urbanos son un buen ejemplo), la existencia de suelo municipal destinado a la agricultura o el apoyo de las cadenas alimentarias y otras organizaciones de producción de alimentos con el fin de fomentar los alimentos saludables, sostenibles e inocuos.

5. Provisión y distribución de alimentos: acciones dirigidas a reducir la producción de gases de efecto invernadero en las diferentes etapas de la cadena alimentaria (procesamiento, almacenado, transporte, venta, cocinado, etc.) o a promocionar los mercados municipales con venta de alimentación de proximidad.

6. Despilfarro alimentario: políticas y regulaciones destinadas a reducir el despilfarro alimentario así como monitorizar la evolución del mismo.

Me gustaría terminar señalando que en el encuentro de ciudades que firman el Pacto de Milán que hubo este mes de octubre en Montpelier se decidió que Barcelona acogerá la cumbre internacional del pacto de Milán convirtiéndose en la Capital Mundial de la alimentación sostenible para el año 2021. La candidatura de Barcelona se basa en tres ejes clave: promover la alimentación saludable, sobre todo en el caso de la infancia, plantear la alimentación sostenible como una oportunidad económica para el comercio de proximidad y el campesinado y remarcar su vertiente como estrategia para luchar contra el cambio climático. Seguro que esta iniciativa será un avance también para nuestra ciudad. Si estas 200 ciudades avanzan en las recomendaciones de este pacto se fomentará el derecho a la alimentación sostenible y saludable y la justicia alimentaria y al mismo tiempo se mejorará la salud de la población y de nuestro planeta.

*Doctora. Miembro de la Red de Científicas Comunicadoras. Experta en salud pública de la Agència de Salut Pública de Barcelona.