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Las guías alimentarias son inconsistentes pero hay un conjunto de recomendaciones en las cuales todas ellas coinciden.

MONTSERRAT RABASSA | Artículo original

Hoy en día, responder a la pregunta “¿qué es una alimentación saludable?” es urgente, ya que la mayoría de la población no sigue un patrón alimentario saludable y cada vez se conoce más su asociación a problemas de salud. Por ello, es de vital importancia proporcionar información adecuada basada en la evidencia y estrategias de educación para la salud en el sistema alimentario.

A nivel mundial, el 88% de los países (124 de 141 analizados) sufren más de una forma de malnutrición. Algunos ejemplos conocidos de malnutrición serían la desnutrición, el sobrepeso y la obesidad. Aquí también se incluyen las enfermedades crónicas (como la enfermedad cardiovascular, algunos cánceres y la diabetes).

El pasado mes de abril, se publicó un artículo en la revista médica The Lancet, donde se evaluó el efecto de la alimentación en la mortalidad por cualquier causa en la población adulta de 195 países. En 2017, el consumo de casi todos los alimentos saludables fue bajo o subóptimo (mayoritariamente frutos secos y semillas, lácteos y cereales integrales) y para los alimentos no saludables fue alto (bebidas azucaradas y carne).

El 22% de las muertes fueron causadas por factores dietéticos, es decir, por alimentos y nutrientes consumidos. En concreto, se observó que una ingesta baja de cereales integrales, frutas y un alto consumo de sal, representa más del 50% de esas muertes. El porcentaje restante se atribuyó a un alto consumo de carne roja y carne procesada, bebidas azucaradas y grasas trans (más conocidas como aceites parcialmente hidrogenados, que se encuentran presentes en algunos alimentos ultraprocesados).

El papel de las guías alimentarias

Con esta situación alimentaria, es importante promover una alimentación saludable para así prevenir cualquier forma de malnutrición e mejorar la calidad de vida. Aquí las guías alimentarias pueden servir como una herramienta para orientar y educar a la población sobre los alimentos y grupos de alimentos, así como sobre las proporciones y frecuencias para seguir una alimentación saludable.

Estas guías también pueden servir para establecer pautas para los alimentos ofrecidos en escuelas, hospitales, u otros lugares públicos; para guiar a la industria alimentaria y mejorar la composición nutricional, el listado de ingredientes de sus productos; o para regular la comercialización y venta de productos poco saludables como los ultraprocesados.

Estas herramientas, de carácter nacional o regional, se diseñan considerando varios aspectos, como por ejemplo, los hábitos alimentarios, las tradiciones culinarias, la situación de salud, la disponibilidad de los alimentos, el acceso a los alimentos, entre otros.

Las recomendaciones o “mensajes breves” de estas guías se dirigen a la población general sana mayor de dos años. También existen guías alimentarias específicas para grupos de población como población infantil menor de dos años y lactantes, mujeres embarazadas, y personas de avanzada edad.

Inconsistencia en las recomendaciones

Comúnmente, todas o algunas de las recomendaciones se representan en forma de pirámides de alimentos por grupos de alimentos y platos de comida y, los alimentos son clasificados entre cinco y siete grupos de alimentos, para así ayudar la comprensión de patrones de consumo alimentario saludables a la población o a los profesionales del ámbito de la salud . 

En un estudio publicado en 2017, se concluye que la población española se enfrenta a dificultades para entender qué significa una alimentación saludable, ya que no existe un concepto único e consistente de alimentación saludable debido a la variabilidad e inconsistencia en las recomendaciones proporcionadas en algunas de las guías alimentarias españolas. Por ejemplo, las guías evaluadas proporcionan diferentes recomendaciones sobre las raciones y cantidades recomendadas de alimentos o grupos de alimentos, además, más importante aún, en algunas de ellas no especifican qué alimentos deben fomentarse o evitarse.

No obstante, en un estudio muy reciente, se observó una alta consistencia en varias recomendaciones de alimentación saludable entre ellas, principalmente en: el consumo de una variedad de alimentos, el consumo de frutas y verduraslegumbrescereales integrales y proteínas de origen animal. Así como evitar el exceso de azúcar (en concreto limitar el consumo de alimentos procesados), grasa en general (por ahora, en general, no se tiene en cuenta la calidad) y sal. Las recomendaciones sobre productos lácteos, carne, grasas en general, y frutos secos son menos consistentes.

Además, se ha de tener en cuenta que los métodos y procesos utilizados en el desarrollo de esta tipología guías pueden no ser del todo adecuados. Como por ejemplo, los métodos utilizados para llevar a cabo el proceso de evaluación de la evidencia científica. De hecho, en un estudio reciente se encontraron variaciones metodológicas importantes y deficiencias en treinta y dos guías alimentarias a nivel europeo.

Rigor metodológico

El proyecto Nutrirecs, co-fundado por el Centro Cochrane Iberoamericano del Instituto de Investigación Biomédica Sant Pau, tiene como objetivo solucionar la mayoría de estos problemas metodológicos aplicando estrategias novedosas en este campo, permitiendo así elaborar recomendaciones dietéticas fiables.

A pesar de ello, podemos seguir una alimentación saludable en nuestro entorno, siguiendo las recomendaciones de la nueva guía “Petits canvis per menjar millor” propuesta por la Agència de Salut Pública de Catalunya. En esta se sugiere potenciar el consumo de frutas y hortalizas, legumbres, frutos secos y, tener más vida activa y social; reducir el consumo de sal, azúcares, carne roja y procesada y alimentos ultraprocesados (alimentos elaborados industrialmente con una larga lista de ingredientes, principalmente de sustancias derivadas de otros alimentos); y finalmente, cambiar algunos alimentos por versiones más saludables y respetuosas con el entorno como agua, alimentos integrales, aceite de oliva virgen, alimentos de temporada y proximidad.

Todo parece indicar, por tanto, que la mayoría de las guías alimentarias deberían ser revisadas y actualizadas. Además, las recomendaciones deberían estar basadas en la evidencia actual y ser coherentes, flexibles, fáciles de entender por la población general que permita adoptar hábitos de vida saludables.

La autora de este artículo forma parte de la Red de Científicas Comunicadoras.