“Nuestro estudio sugiere que las políticas efectivas para reducir la exposición a la contaminación del tráfico tienen un beneficio potencial para la prevención de la demencia”, explica el epidemiólogo Hong Chen
Los que tienen su vivienda a entre 50 y 100 metros de una vía transitada, alertan los autores, presentan un 4% más de riesgo. Y a entre 101 y 200 metros de distancia los científicos solo detectan un incremento del riesgo del 2%. “Nuestro estudio sugiere que las políticas que son efectivas para reducir la exposición a la contaminación del tráfico tienen un beneficio potencial para la prevención de la demencia”, explica Chen. Sus conclusiones se publican hoy en la revista médica The Lancet.
“Aunque el aumento del riesgo pueda parecer moderado, esto se traduce en que entre el 7% y el 11% de los casos de demencia en pacientes que viven cerca de carreteras principales son atribuibles a la exposición al tráfico”, alertan los autores, de Canadá y Estados Unidos.
El equipo de Chen no demuestra una relación de causa y efecto, pero señala con indicios robustos a un presunto culpable: la exposición a largo plazo a contaminantes producidos por las emisiones de los coches, como el dióxido de nitrógeno, que obligó la semana pasada a cortar el tráfico de Madrid, y las partículas finas en suspensión. Los autores también apuntan a otras sustancias tóxicas del tráfico, como las partículas ultrafinas y los metales pesados.
Los investigadores han intentado encontrar posibles variables de confusión, que hayan provocado un análisis incorrecto de los resultados, pero no las han hallado. Incluso introduciendo ajustes por las diferencias socioeconómicas por barrios, el riesgo de demencia sigue aumentando cerca de las carreteras. El equipo de Chen, sin embargo, no ha detectado una asociación entre el tráfico y otras dos enfermedades neurológicas: el párkinson y la esclerosis múltiple.
“Debemos poner en marcha medidas preventivas ahora”, apremia la neuropatóloga mexicana Lilian Calderón-Garcidueñas
“No podemos descartar la posibilidad de que el ruido pueda explicar parcialmente la asociación que hemos observado entre la exposición al tráfico y la demencia en Ontario”, añade Chen. Hace un año, otro estudio independiente en Alemania vinculó el ruido de los coches y la contaminación del aire con un deterioro cognitivo leve en las personas mayores más expuestas. En 2015, otro trabajo en Taiwán relacionó las partículas finas en suspensión con el alzhéimer.
“Debemos poner en marcha medidas preventivas ahora, en lugar de tener que reaccionar dentro de décadas”, apremia la neuropatóloga mexicana Lilian Calderón-Garcidueñas, de la Universidad de Montana (EE UU), en un comentario paralelo publicado en The Lancet. La contaminación del aire, influya o no en la demencia, provoca 30.000 muertes prematuras al año en España y 520.000 en el conjunto de la UE, según la Agencia Europea del Medio Ambiente.
“Este estudio ha identificado las carreteras y los contaminantes del tráfico como posible factor de riesgo para la demencia, un hallazgo que requerirá más investigación antes de extraer ninguna conclusión firme sobre el riesgo relativo de la contaminación del aire frente a otros factores de riesgo para sufrir demencia, como fumar, la falta de ejercicio o el sobrepeso”, ha afirmado al portal Science Media Centre el neurocientífico David Reynolds, jefe de investigación de Alzheimer’s Research UK, una organización británica dedicada al estudio de la demencia.