GONZALO CASINO / @gonzalocasino / gcasino@escepticemia.com / www.escepticemia.com

Sobre las insuficiencias científicas de la psiquiatría y la psicofarmacología

De vez en cuando, alguna autoridad médica nos recuerda que la psiquiatría científica está todavía muy poco desarrollada en comparación con otras disciplinas y que esto facilita enfoques e intervenciones con escaso fundamento científico. El psiquiatra Joel Paris puso el dedo en la llaga en 2013 con su libro Fads and Fallacies in Psychiatry, y lo volvió a hacer en 2015, con su nuevo libro Overdiagnosis in Psychiatry: How Modern Psychiatry Lost Its Way While Creating a Diagnosis for Almost All of Life’s Misfortunes. La crítica de Paris, profesor de Psiquiatría en la prestigiosa Univeridad McGill (Montreal, Canadá), se centra en los excesos diagnósticos (en la depresión y el trastorno bipolar, entre otros) y terapéuticos, que pueden resultar perjudiciales para los pacientes.

Pero probablemente el principal martillo de la psiquiatría menos científica es Peter Gøtzsche, especialista en metodología de la investigación clínica y director del Centro Nórdico de la Colaboración Cochrane. En 2015 publicó un libro de título más que elocuente: Deadly Psychiatry and Organised Denial (traducido como Psicofármacos que matan y denegación organizada) en el que ataca los abusos de la psiquiatría y la industria farmacéutica, y aboga por la reducción del uso de psicofármacos porque, como dice en una entrevista en El País, “los fármacos psiquiátricos nos hacen más daño que bien”. Gøtzsche no solo irrita a la industria farmacéutica, sino también a no pocos psiquiatras, que le replican que “no tiene formación ni experiencia psiquiátrica asistencial” y “no sabe de lo que habla”. Sus afirmaciones también deben de irritar a muchos médicos y familiares, que conviven con las devastadoras enfermedades mentales. Pero no convendría echarlas en saco roto, por más que pueda haber un abismo entre las evidencias científicas y la cruda realidad del enfermo y la práctica médica.

Para contextualizar el problema que denuncian, de forma distinta, Paris y Gøtzsche, conviene tener presente algunos hechos. El primero es casi una obviedad: a pesar de los avances de la psiquiatría y la neurociencia, las enfermedades mentales siguen siendo un misterio. Se desconoce lo fundamental de su etiopatogenia y esto es una traba para realizar un diagnóstico más científico, superando las limitaciones que muchos achacan al Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM). El segundo es la precariedad científica de la psicoterapia y la psicofarmacología. Ciertamente, no es necesario conocer el mecanismo de acción de un tratamiento para saber si funciona o no, pero las terapias de las enfermedades mentales dejan mucho que desear. Su eficacia es más bien discreta y, en algunos casos, apenas superior a la del placebo. Los fármacos presentan, además, importantes efectos secundarios. En tercer lugar, hay que recordar que la psiquiatría es una de las especialidades con más conflictos de intereses y mayor intervención de la industria farmacéutica. Finalmente, todo un siglo de neurociencia desde Ramón y Cajal no ha servido para formular un paradigma científico de la mente. Los avances de las dos últimas décadas han ayudado bien poco a comprender y tratar enfermedades como la esquizofrenia o el trastorno bipolar (por no hablar del alzhéimer).

En este contexto de precariedad científica, ¿qué pueden y deben hacer el psiquiatra y el médico? Los críticos como Gøtzsche pueden estimular su escepticismo y su comprensión de la medina basada en la evidencia, pero no les darán soluciones para manejar a los enfermos. Decía Víctor Hugo que “la ciencia tiene la primera palabra sobre todo y la última de nada”. Y, efectivamente, la ciencia debe tener la primera palabra para orientar el abordaje de un paciente psiquiátrico, y la primera responsabilidad del médico es conocerla. Pero mientras la psiquiatría científica no se consolide, el manejo de los enfermos mentales seguirá siendo incierto y difícil.

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Autor
Gonzalo Casino es periodista científico, doctor en medicina y profesor de periodismo en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Ha sido coordinador de las páginas de salud del diario El País durante una década y director editorial de Ediciones Doyma/Elsevier. Publica el blog Escepticemia desde 1999.

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Columna patrocinada por IntraMed y la Fundación Dr. Antonio Esteve:

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