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Tras los test y la vacuna, un nuevo instrumento puede contrarrestar el covid: los fármacos diseñados contra el virus

MICHELE CATANZARO | Artículo original

Las primeras defensas contra el covid-19 fueron el confinamiento, la higiene y los test. Luego, las vacunas empezaron a aliviar la garra de la pandemia. Ahora llega una nueva herramienta, que apunta a la curación más que a la prevención. 

Se trata de fármacos diseñados expresamente contra el coronavirus, que las agencias de medicamentos han aprobado en las últimas semanas. Hasta ahora, se han empleado terapias desarrolladas contra otras enfermedades, que sin embargo han demostrado algo de eficacia contra el covid-19. 

Los nuevos fármacos vienen en pastillas, lo que abre la puerta a un uso generalizado en los primeros indicios de enfermedad, sin la dificultad de poner una inyección. Eso tiene el potencial de reducir los peores efectos de la enfermedad e incluso de cambiar el curso de la pandemia – siempre que su distribución sea global y no se repita la injusticia de las vacunas.

¿Por qué llegaron antes las vacunas?

De esta forma valoró la llegada de las pastillas contra el covid Nuria Izquierdo-Useros, investigadora del Institut de Recerca de la Sida (IrsiCaixa), en una conversación en directo con los lectores a través de las redes sociales de El Periódico, el 20 de enero. Su intervención es la cuarta de una serie de Conversaciones de Salud, promovidas por EL PERIÓDICO y apoyadas por la Fundación Doctor Antoni Esteve, en el marco de la Red de Científicas Comunicadoras, una iniciativa que persigue amplificar la voz pública de las investigadoras.

“Si hubiéramos tenido estos fármacos a principio de esta pandemia, a lo mejor esto no sería una pandemia”, constata Izquierdo, quien ha ensayado con decenas de moléculas para explorar su potencial contra el coronavirus. 

Las vacunas llegaron mucho antes que los tratamientos porque se basaron en décadas de investigación, centradas sobre todo en el VIH. A diferencia de este virus, que cambia continuamente, el SARS-Cov2 es “lento”, explica Izquierdo. Aunque aparezcan variantes, no se modifica tanto y las primeras vacunas siguen siendo eficaces. 

“En el caso de los antivirales, tuvimos una oportunidad de oro a principio de 2000, con el SARS y el MERS. Se hizo investigación, pero esos estudios se frenaron por falta de fondos e interés al ver que esas enfermedades no afectarían a muchas personas”, lamenta la científica.

Fármacos existentes

Por ello, hubo que recurrir a tratamientos contra otros virus. Como el remdesivir, una sustancia que se había ensayado contra el ébola. “Sin esas experiencias de manejo de pacientes, usar este antiviral hubiera sido más complejo durante esta pandemia”, afirma Izquierdo. 

El remdesivir frena la duplicación del material genético del virus en el interior de la célula infectada. Otros tratamientos son los anticuerpos monoclonales, que atacan la espícula del virus, “la llave que usa para abrir la puerta de la célula”. Y los inmunomoduladores, que paran la reacción exagerada del sistema inmune, que hace estragos en algunos enfermos de covid-19. También se está ensayando el anticancerígeno plitidepsina – “posiblemente el antiviral más potente que hay” – que actúa sobre una proteína humana necesaria para la multiplicación del virus. 

Los nuevos fármacos

Sin embargo, “el paso de gigante de los nuevos fármacos es que son específicos frente al coronavirus y que se pueden dar en pastillas. Eso facilita la distribución en momentos tempranos, sin la infraestructura necesaria para recibir inyecciones”, afirma Izquierdo. 

Para la mitad del mundo sin vacunar “contar con un tratamiento oral va a ser crítico para salvar muchas vidas”, explica. Eso sí, esos fármacos se deberían poder fabricar como genéricos en los países en desarrollo, según Izquierdo. O sea, fuera del monopolio de pocos productores amparados por una patente. Esta estrategia, aplicada a los fármacos del VIH, fue enormemente exitosa contra el Sida. 

También en los países con alta cobertura vacunal, las pastillas pueden asegurar un curso leve de la enfermedad, especialmente a personas vulnerables que llevan dos años en aislamiento social. “Lo ideal sería disponer de pastillas profilácticas, a tomar antes del contagio para evitarlo. Eso sería magnífico para contrarrestar una oleada como la actual. Pero aún estamos lejos”, afirma Izquierdo. 

Los nuevos fármacos van dirigidos a algunas dianas concretas del virus. “Necesitamos más investigación para bloquear el virus en diversas partes del ciclo de replicación”, explica Izquierdo. En efecto, cabe la posibilidad de que el virus se escape de los fármacos, como en el caso de las vacunas. 

“A la larga necesitaremos más de un fármaco. Y una batería de herramientas para la siguiente pandemia. Porque este no es ni el primero ni será el último coronavirus que llegue a nuestra vida”, concluye Izquierdo.