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GONZALO CASINO / @gonzalocasino / gcasino@escepticemia.com / www.escepticemia.com

Sobre algunas nuevas vías de acoso científico a un virus mortífero y escurridizo

Este otoño de 2018 se cumplen 100 años de la mal llamada gripe española. Esta pandemia causó unos 50-100 millones de muertos (el 3-6% de la población mundial), quizá tantos o más que la Primera y la Segunda Guerra Mundial juntas (17 y 60 millones). Un siglo después, el virus de la gripe es el agente infeccioso más estudiado, pero dista mucho de ser el mejor conocido. Muchos de los factores que influyen en su virulencia y en la extensión de las epidemias anuales siguen sin ser comprendidos. Prueba de ello es que la capacidad preventiva es muy limitada y que hay un amplio margen de incertidumbre para anticipar cómo será la próxima temporada gripal y cuándo puede llegar una gran pandemia como las que ocurren tres o cuatro veces cada siglo. Con todo, hay abiertas algunas prometedores vías para poner cerco a esta infección, tanto a nivel inmunológico como epidemiológico.

Una de las claves parece estar en conocer cómo se produce la huella inmunológica que deja el primer contacto con el virus, normalmente antes de los tres años de vida. Esta huella (imprinting) capacita al sistema inmune para responder al primer tipo de virus que entró en el organismo, pero no tanto a otras variedades (la elevada mortandad de la gripe española se debió, entre otros factores, a que era un virus nuevo para los jóvenes soldados). Cuando el virus de la gripe se replica en las células que infecta no salen copias exactamente iguales, y esta capacidad mutagénica es lo que lo hace tan escurridizo y agresivo. Esto explica en parte que no haya una vacuna universal para la gripe como la hay para otras infecciones y que las vacunas anuales tengan una eficacia reducida y menguante con el tiempo. Para superar estos escollos, los científicos creen que hay que conocer a nivel molecular cómo responde el sistema inmune a la primera infección. Y para ello se va a iniciar en EE UU un gran estudio de cohortes con recién nacidos para saber cómo se enfrentan al virus al menos durante sus tres primeros años de vida.

El mejor conocimiento de los factores externos que influyen en la virulencia y características de la epidemia anual, desde el clima al modo de vida de la gente, es también una vía para mejorar su control. En esta línea, se ha publicado recientemente un estudio en Science que muestra que en las ciudades de mayor tamaño y con mayor movilidad humana la temporada de gripe es más extensa, prolongándose más allá de los meses de otoño, que son los más favorables para la transmisión del virus. En cambio, en los núcleos menos poblados, la temporada se concentra en unas cuantas semanas, alcanzando picos de gran intensidad cuando las condiciones de baja humedad favorecen el contagio. Los resultados de este estudio implican que las medidas de control deberían variar en función del tamaño poblacional: en las grandes urbes habría que poner énfasis en prevenir el contagio, y en las pequeñas en garantizar que los servicios sanitarios no se desborden y puedan dar una atención de calidad durante el pico de la epidemia.

De momento, sin embargo, nada de esto permite anticipar cómo será la próxima temporada gripal y cuándo habrá una nueva pandemia. La última fue la de 2009, que causó unos 575.000 muertos, y la anterior se remonta a 1968, con un balance de entre medio millón y dos millones. Con las líneas de investigación comentadas y con otras se pretende reducir el impacto de esta infección en la salud, a la vez que ahuyentar el fantasma de la gripe española, una pandemia que ni se originó en España ni tuvo aquí su principal foco. Eran tiempos de guerra y, para no minar la moral de la tropa, los países combatientes silenciaron una epidemia que estaba siendo más mortífera que la guerra misma. En cambio, en España, que era un país neutral, se airearon los casos. Y de ahí su nombre.


Autor
Gonzalo Casino es periodista científico, doctor en medicina y profesor de periodismo en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Ha sido coordinador de las páginas de salud del diario El País durante una década y director editorial de Ediciones Doyma/Elsevier. Publica el blog Escepticemia desde 1999.

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Columna patrocinada por IntraMed y la Fundación Dr. Antoni Esteve