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Un estudio del CNRS muestra que el simple reconocimiento de la existencia de esos sesgos hace que no influyan tanto en la promoción de las científicas

MARTA MACHO STADLER | Artículo original

Las personas que se dedican a la ciencia están entrenadas para ser objetivas; la actividad científica así lo requiere. Por ello, mucha gente piensa que actúan en cualquier situación inmunes a la subjetividad, con absoluto rigor. Pero los datos muestran que la realidad es otra.
 
Una gran parte de la población –y aquí están incluidas las personas que se dedican a la ciencia– asocia de manera inconsciente la ciencia con los hombres. Sí, aun en el siglo XXI. ¿Por qué? Entre otros motivos, por la escasa presencia de mujeres en algunas disciplinas y por la falta de visibilidad de muchas de las que existen y han existido. Asociar la ciencia con los hombres de manera ‘automática’ es un estereotipo implícito. Este tipo de estereotipos son percepciones no reflexionadas que pueden llevarnos a discriminar a personas de manera involuntaria.

Sesgo de género

La revista ‘Nature Human Behaviour’ publicó a finales de agosto un estudio realizado por un grupo de investigadores del CNRS (Centre National de Recherche Scientifique, Francia) en el que estudiaban los sesgos de género en las decisiones de los jurados de su institución. La conclusión a la que llegan es que, efectivamente, existen esos sesgos que frenan la promoción de las mujeres. Este estudio se basa en decisiones reales tomadas por comités de contratación, no en una situación ficticia como el famoso efecto de Jennifer y John. Es decir, las resoluciones tomadas por estos comités han afectado a las carreras profesionales de personas concretas.

El equipo de investigación analizó durante dos años a 40 jurados responsables de evaluar las solicitudes –en todas las disciplinas, desde las ciencias más teóricas hasta las humanidades– para los puestos de director/a de investigación del CNRS, el estatus más alto posible en esa institución. Un total de 414 personas respondieron a cuestionarios durante los descansos en las sesiones de evaluación.

El equipo que realizó el estudio midió en primer lugar la presencia del estereotipo ciencia-hombre entre los miembros del comité. Este análisis se realizó mediante una «prueba de asociación implícita» que consiste en mostrar palabras en la pantalla de un ordenador y medir la velocidad a la que los participantes asignan esas palabras con una categoría en particular. Las personas con un marcado sesgo ciencia-hombre reaccionan más lentamente cuando se les pide emparejar palabras relacionadas con mujeres con conceptos científicos. La conclusión de esta prueba mostraba que tanto hombres como mujeres en esos comités de contratación tendían a vincular la ciencia con una actividad masculina.

Estos sesgos implícitos difieren de las creencias explícitas. En otra encuesta realizada aparte, se preguntaba directamente a los miembros del jurado su opinión sobre la baja representación femenina en algunas disciplinas de ciencia. ¿Se trata de discriminación? ¿Es un problema de carga de responsabilidades familiares? ¿Esa baja presencia se debe a las preferencias de las mujeres? ¿Es un problema de habilidades? De este modo, salieron a relucir los sesgos explícitos de las personas que formaban parte de los jurados.

Estas encuestas se realizaron durante el primer año de evaluaciones. Durante el segundo año, no se recordó a los miembros del jurado que el estudio seguía en marcha. Los resultados para las candidatas fueron mejores el primer año que el segundo, año en el que no se mencionó a los comités la existencia de los estereotipos implícitos. El segundo año, el comité simplemente evaluaba pensando en elegir al ‘mejor candidato’.

Formar en perspectiva de género 

Una de las investigadoras participantes en el estudio comentaba en unas declaraciones: «Nuestra evidencia sugiere que cuando las personas reconocen que las mujeres pueden enfrentarse a barreras, son más capaces de dejar de lado sus propios prejuicios. No vemos ninguna preferencia a favor o en contra de los candidatos masculinos o femeninos entre esos comités cuando creen que deben estar atentos a la posibilidad de que los prejuicios puedan estar influyendo en su toma de decisiones.».

Es decir, los resultados sugieren que el simple reconocimiento de la existencia de esos sesgos que afectan a la promoción de las mujeres podría ser la clave para garantizar que los prejuicios implícitos no influyen en las decisiones de los jurados. Los responsables del estudio señalan también la importancia de formar a esos comités en perspectiva de género para que tomen conciencia de estos sesgos y los eliminen.

Por cierto, esta situación no es particular de los comités del CNRS. Ojalá estas recomendaciones sean tenidas en cuenta por otras instituciones para conseguir evaluaciones más justas, en particular para las mujeres.

*Profesora de geometría y topología de la Universidad del País Vasco y miembro de la Red de Científicas Comunicadoras