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Ante el cambio global, tenemos que convertirnos en otra clase de humanidad. Imaginar el futuro, por ejemplo por medio de una novela gráfica, puede ayudarnos a dar el salto

BRIGITTE BAPTISTE | Artículo original

En un mundo ansioso por construir una perspectiva de futuro, ante los escenarios pavorosos del cambio global, necesitamos construir narrativas que abran puertas. Intuimos que las transformaciones planetarias serán tan dramáticas que todas las culturas del presente resultarán profundamente transformadas. Tal vez esto nos inspire incluso más temor que el mismo hecho de vivir en territorio desconocido. Pero no sobreviviremos si mantenemos la pretensión de continuar siendo los mismos.

La resiliencia es la capacidad inherente a un sistema para reorganizarse, reteniendo suficiente identidad a partir de la memoria. Es decir, la capacidad de reagruparse y establecer nuevos mecanismos funcionales, a través de los cuáles alcanzar niveles de estabilidad significativos. Para las sociedades humanas ello implicará modos de vida radicalmente diferentes, adaptados a condiciones de máxima variabilidad climática, cuyo alcance no conocemos pero podemos ensayar a imaginar.

De hecho, el recambio generacional insiste en decirnos cosas que nos cuesta aceptar: no reconocemos en nuestros propios hijos e hijas las señales de sus capacidades adaptativas, de su perspectiva renovadora de la existencia, en un proceso de hibridación con tecnologías que les dotan de nuevas identidades, de nuevas capacidades. En menos de un siglo, seremos otra clase de humanidad.

Crónicas de la resiliencia

La novela gráfica “Crónicas de la resiliencia” (que publica y ofrece de manera digital gratuita el Instituto Alexander von Humboldt de Colombia, con la editora Puntoaparte) pretende contribuir a esta búsqueda de futuros alternativos. Los autores buscamos darle un lugar especial a la biodiversidad dentro de este futuro posible. Consideramos que, sin ella, el sentido pleno de lo humano estaría perdido.

Podríamos haber construido un relato de ciborgs delirantes conectados a través de niveles inimaginados de conciencia dentro de una inteligencia artificial. Podríamos haber propuesto un cúmulo de sociedades distópicas a la defensiva, arrinconadas y en conflicto por lo inexorable del caos climático. Podríamos también haber optado por mostrar un regreso al pasado mítico del ambientalismo naturista como única alternativa… Pero escogimos otra manera de pensar la renovación.

“El Orígen”, la primera entrega de una saga que esperamos proyectar en 2019, invita a los lectores a proponer personajes, a reconocerse en el juego de las contradicciones identitarias y su lugar en la naturaleza, a ver y experimentar el mundo con otros sentidos. Contiene elementos retrofuturistas mezclados con algo del conocimiento ecológico del presente. Tal vez  también contiene grandes saltos lógicos. Eso es así, porque se basa en una pregunta sin respuesta: ¿cómo habremos de sobrevivir a este reto civilizatorio sin precedentes?

La vida como estrategia

La propuesta artística – dirigida a los jóvenes, quienes asumirán los liderazgos de la segunda mitad del siglo – enfatiza la vida misma como alternativa. Apela a su complejidad, a su apego a la innovación como estrategia adaptativa, a nuestro aprecio de la diversidad como su fuente.

Y por supuesto es un mensaje especial que proviene de los territorios más vitales y tal vez más cruciales del planeta: Colombia, un país que retiene más de la mitad de su territorio continental en condiciones silvestres; la concentración más alta del mundo en especies de flora y fauna; una tercera parte del área continental en manos de sociedades prehispánicas supervivientes; otro tanto en manos de comunidades afrodescendientes o campesinas mestizas; donde el conflicto armado, el narcotráfico y la deforestación parecieran la continuidad fatal de la búsqueda de Eldorado, indicando un camino acelerado al colapso. Tal vez un territorio de tales contradicciones albergue a su vez las soluciones más radicales, más esperanzadoras.

Las Crónicas destacan una perspectiva, una estrategia, no prometen un futuro. Lo único que conceden a lo humano es su presencia en ese futuro – una presencia tal vez en exceso convencional, que sin embargo sirve para establecer un punto de referencia para el lector. La humanidad descrita en la novela gráfica podría resultar ser tan solo un remanente anómalo de nuestra manera actual de ser civilizados. Esa isla inventada podría no ser más que una estructura virtual, donde refugiarnos entretanto reencarnamos. Pero también podría ser una semilla de un nuevo mundo.

A partir del relato de las Crónicas, llegamos a la conclusión de que no existe tal cosa como un puente al futuro: hay que dar un salto al vacío. Eso sí, sostenidos en  lo que hemos aprendido a lo largo de 300.000 mil años de historia.

La autora de este artículo forma parte de la Red de Científicas Comunicadoras.