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La definición de ‘inteligencia’ es esquiva pero incluye cosas como el uso de herramientas para modificar el entorno o el uso del lenguaje

ROCÍO LEAL CAMPANARIO | Artículo original

A priori parece que la inteligencia fuera algo fácil de definir porque todo el mundo encuentra una definición, pero es verdaderamente difícil encontrar una adecuada y ajustada y, sobe todo, que tenga en cuenta todas las variables. Por ejemplo, la definición de la RAE dice que es la capacidad de entender o comprender, de resolver problemas; es decir, está hablando de habilidades y de destrezas, pero no está diciendo que para poder desarrollar esas habilidades hace falta la experiencia. Para que tú puedas comparar si cuando haces algo lo haces bien necesitas partir de una experiencia, una memoria y un aprendizaje. Y esa definición de la RAE no tiene en cuenta dichos factores.

Si pensamos en todo el abanico de seres vivos, cómo hace la pregunta, consideramos que un ser vivo es inteligente, primero, si es capaz de utilizar herramientas para modificar su entorno. Eso se ve muy bien en los chimpancés que usan palitos para meterlos en los hormigueros y poder comerse las termitas, aunque no solo los chimpancés utilizan herramientas. Segundo, si usa el lenguaje para comunicarse con otros seres de su misma especie, como los humanos; pero se ha visto que esa capacidad de comunicación se da también en los delfines y otras especies animales. Además, sería necesario tener conciencia de uno mismo. ¿Por qué? Porque uno se tiene que preguntar si lo que va a hacer es útil para aquello que quiere conseguir. Es decir, uno tiene que ser capaz de reflexionar y rebuscar entre su experiencia.

El problema fundamental a la hora de definir la inteligencia es que lo estamos considerando como un ente, algo con una entidad propia. La gente que no trabaja en neurociencia normalmente te pregunta: ¿Y en qué parte del cerebro está la inteligencia? Y esa pregunta viene de que se considera la inteligencia como un algo tangible. Pero eso no es así: la inteligencia no es algo con características de ente y, desde luego, no está ubicada en un sitio específico del cerebro. De hecho, la inteligencia es muy difícil de cuantificar incluso utilizando los denominados test de inteligencia. Estos test solo cuantifican una parte determinada de la inteligencia.

Ahora tenemos la teoría de las inteligencias múltiples, de la que yo soy partidaria porque, por ejemplo, una persona puede ser un fracaso total en cuestiones sociales pero puede ser un músico excelente. Y gracias también a patologías como el autismo nos hacemos cada día más preguntas sobre la inteligencia. Muchas personas del espectro autista no se consideran con una capacidad intelectual o con un alto coeficiente de inteligencia, pero hay muchos que son buenísimos en cálculo, en geometría o en otras habilidades matemáticas y también en arte. Tienen determinadas facetas en las que sobresalen en cuanto a sus habilidades. Pero la inteligencia se considera como un conjunto de todo. Yo creo que la inteligencia debe definirse desde otra pregunta: ¿para qué sirve?

La finalidad de todo ser vivo es la supervivencia y no la supervivencia individual sino la de la especie. Entonces ¿qué es lo que te permite sobrevivir?, que seas capaz de adaptarte a un medio cambiante. ¿Y cómo te puedes adaptar a un medio cambiante? Desde luego no desde el punto de vista físico, porque los cambios físicos requieren muchos millones de años para que tengan lugar, de modo que tiene que ser un cambio de potencia intelectual, de potencia mental. Y ahí está un poco más definida la inteligencia, que sería aquello que te permite moverte en un entorno cambiante y generar habilidades y actitudes que posibiliten sobrevivir en ese entorno.

Las inteligencias múltiples son aquellas aptitudes que uno tiene para determinadas habilidades: si eres muy bueno en matemáticas, o si eres muy bueno memorizando, planificando o socializando, etc. Eso serían las distintas aptitudes que uno presenta. Y después estaría lo que es la inteligencia general que es cómo cada uno utiliza esas aptitudes para adaptarse a las múltiples circunstancias.


Rocío Leal Campanario es doctora en neurociencia, profesora e investigadora en la Universidad Pablo de Olavide.


Pregunta enviada vía email por José María de Azcárate Bang


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