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Hay que salir a respirar, pero las balas seguirán silbando fuera mientras no alcancemos la inmunidad de grupo

ADELA MUÑOZ | Artículo original

Los resultados preliminares del estudio de epidemiología ENE-covid-19 publicados el 13 de mayo apuntan a que en España solo el 5% de la población presenta anticuerpos IgG, por lo que no se dan las condiciones para una vuelta a la normalidad. 

El SARS-CoV-2 responsable de la pandemia es un virus de la familia de los coronavirus cuyo diámetro es de unas 70 millonésimas de milímetro, una bola diminuta de material genético que ni siquiera tiene vida propia. Entre los virus que causan enfermedades similares, el de la gripe común es muy contagioso -afecta cada año a centenares de millones de personas- pero causa la muerte solo del 0,1% de los afectados. En contraste, el virus SARS-CoV-1, responsable del SARS surgido en el 2002, causa la muerte del 10% de los pacientes que lo padecen, pero es muy poco contagioso, por lo que no ha causado muchas muertes. El SARS-CoV-2 es tan contagioso como la gripe común -a través del aire o mediante el contacto humano, de ahí la eficacia del aislamiento- pero diez veces más virulento.

Mecanismos de defensa

Una vez producido el contagio, la capacidad del virus para reproducirse en el organismo es escalofriante: puede realizar 100.000 copias de sí mismo en 24 horas. Pero el organismo se defiende rápido de la invasión: los macrófagos y las citoquinas son la primera línea de defensa que controla la infección de manera rápida e inespecífica, dando tiempo al cuerpo a generar anticuerpos (como la inmunoglobina G, IgG) que atacan al virus de forma más tardía pero más eficaz, y le confieren inmunidad ante nuevas infecciones. Estos mecanismos de defensa son suficientes para detener el virus en la inmensa mayoría de los casos, haciendo que la persona afectada muestre solo síntomas leves o incluso ningún síntoma.

Las personas mayores o las jóvenes cuyo sistema inmunitario no es eficiente, por ejemplo por estar sometidos a tratamientos anticancerígenos, son las que más sucumben ante el virus, lo que hace que la letalidad aumente drásticamente con la edad. El riesgo también es mayor para personas con problemas respiratorios, dado que uno de los órganos que más se suele afectar son los pulmones.

Sin embargo también hay personas jóvenes sin dolencias previas que son atacadas por covid-19 de forma severauna de las posibles causas es la “tormenta de citoquinas”, una reacción inmunológica desmesurada que produce más daños que el propio virus causando, entre otros efectos, tal inflamación en los pulmones que estos dejan de funcionar y el paciente requiere respiración asistida. Además de esto, el virus produce alteraciones graves en otros órganos -corazón, sistemas circulatorioy nervioso –por motivos que todavía no se conocen bien.

A pesar de estar trabajando bajo una gran presión asistencial tratando a pacientes con una enfermedad recién descubierta, en una carrera contra reloj y a menudo careciendo de los medios de protección adecuados, los sanitarios han podido desarrollar estrategias que han mejorado notablemente la asistencia a las personas afectadas. Ello ha sido posible gracias a que se ha conseguido controlar el contagio mediante el aislamiento y la higiene.

¿Por qué no se puede hablar de vuelta a “normalidad” en la situación actual de aparente tregua? En uno de los numerosos estudios publicados sobre este tema se dice que el confinamiento ha sido como si te escondieras en el fondo de una piscina para protegerte de las balas que pasan por encima de la superficie del agua. Hay que salir a respirar, pero las balas siguen silbando fuera: el SARS-CoV-2 seguirá con nosotros como mínimo mientras no alcancemos la inmunidad de grupo, es decir, hasta que el 60% de la población haya sufrido la enfermedad.

Una poderosa herramienta

Para superar esta situación contamos con una poderosa herramienta: el trabajo de la comunidad científica internacional que se ha organizado de forma espontánea, lo que se ha traducido en la mejora extraordinaria de los tratamientos de las personas enfermas, la investigación de nuevos fármacos para luchar contra la enfermedad y el desarrollo de varios proyectos de vacunas y de estudios para conocer cómo afecta el covid-19 al resto de las enfermedades. Entre ellos uno internacional coordinado desde el Complejo Hospitalario Universitario de Toledo para entender cómo afecta la infección covid-19 a las personas con fractura de cadera.

La ciencia es lo único que nos puede salvar del abismo en el que podemos caer si la enfermedad se descontrola. Y atendiendo a los criterios científicos, cada persona tiene que seguir manteniendo las medidas de higiene y distanciamiento gracias a las cuales hemos ganado la primera batalla al virus y ganaremos las que tengamos que librar en el futuro.

*Catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla y miembro de la Red de Científicas Comunicadoras.