Los ratopines rasurados han evolucionado para tener menos receptores nerviosos y poder llevar su peculiar vida subterránea, sugiere un estudio

NUÑO DOMÍNGUEZ / NOTICIA MATERIA

El ratopín rasurado es uno de los animales más fascinantes de la Tierra. Es el único mamífero que vive en colonias subterráneas, como las hormigas, con una reina y un montón de soldados y obreros que viven para servirla. Este roedor del Este de África es también objeto de deseo para los científicos por su extrema longevidad, pues vive 10 veces más que un ratón y, sobre todo, sin apenas desarrollar cáncer.

Hoy un estudio profundiza sobre otro de los atributos conocidos de la rata topo desnuda (Heterocephalus glaber): su aparente insensibilidad al dolor. Estudios anteriores habían descubierto que estos animales parecen ajenos a quemaduras por ácido que harían saltar de dolor a muchos otros mamíferos, lo que parece una adaptación a los túneles en los que habitan, extremadamente ácidos por la concentración de dióxido de carbono.

Estos animales parecen ajenos a quemaduras por ácido que harían saltar de dolor a muchos otros mamíferos

El nuevo trabajo, publicado en Cell Reports, ha descubierto una pequeña variación genética del ratopín que le diferencia de los ratones y otros mamíferos. El cambio se encuentra en un receptor conocido como TrkA y que funciona como una especie de cerradura. Ante una quemadura o en procesos inflamatorios se segrega una proteína conocida como factor de crecimiento nervioso que encaja como una llave en el TrkA. Al abrirse la cerradura desencadena un proceso que acaba activando las neuronas sensoriales para que envíen señales de dolor al cerebro.

Los investigadores han comparado la secuencia del gen TrkA del ratopín con el de otros 26 mamíferos y han demostrado que hay una diferencia de hasta tres unidades básicas de ADN entre unos y otros. Esa pequeña diferencia es la responsable de que el circuito sensorial ante quemaduras e inflamación en el ratopín esté mucho menos activo, y explica su aparente insensibilidad.

“Creemos que la evolución ha seleccionado este cambio, que es lo suficientemente sutil como para hacer que las señales de dolor no sean funcionales, pero no tan fuerte como para que suponga un riesgo para el animal”, explica Gary Lewin, investigador del Centro de Medicina Molecular Max-Delbruck (Alemania) y coautor del estudio, en una nota de prensa .

Una mutación del ratopín hace que las señales de dolor no sean funcionales

El factor de crecimiento nervioso es esencial para el correcto desarrollo de un embrión. El estudio ha demostrado que los ratopines recién nacidos tienen el mismo número de receptores de dolor que los ratones, pero, al llegar a la edad adulta, pierden en torno a dos tercios de los mismos.

Los autores del estudio especulan que todo esto puede ser una adaptación a la peculiarísima vida del ratopín. Mientras la insensibilidad al dolor supone una grave amenaza para la supervivencia en humanos y otros mamíferos, es posible que para los ratopines sea una ventaja. Estos animales “viven en el subsuelo de regiones desérticas, y hacen un gran esfuerzo para conseguir alimento”, señala Lewin. “Tienen el metabolismo más lento que cualquier otro mamífero”, es “como si la propia evolución hubiese apagado todo lo que no sea absolutamente necesario, incluidos los receptores nerviosos”, concluye el científico.