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GONZALO CASINO / @gonzalocasino / gcasino@escepticemia.com / www.escepticemia.com

Sobre el paso de la botica tradicional al tratamiento científico con este fruto rojo

El arándano rojo americano fue un alimento fundamental en la dieta de los pueblos indígenas de América del Norte. Todavía conserva parte de ese estatus en el banquete del Día de Acción de Gracias, pues el tradicional pavo relleno al horno se suele acompañar con una salsa de arándanos rojos. Los indios usaban también estos frutos como ingrediente de un alimento hipercalórico, el pemmican, una especie de primitiva barrita energética que ahora quieren recuperar los defensores de la paleodieta. Además, basándose en una tradición de raíces empíricas, los indios los utilizaban como laxantes y para tratar los calambres estomacales, las infecciones de orina y la fiebre. De todas estas indicaciones de botica precientífica, la que mejor se ha ido consolidando es la de prevenir y tratar las infecciones urinarias, no sin una dificultosa travesía por los rigurosos mares de la investigación científica.

Tras siglos de uso empírico, conocer a ciencia cierta si los arándanos rojos previenen o no las infecciones de orina es algo importante. Estas infecciones afectan a más de 150 millones de personas cada año, en su mayoría mujeres, y en muchos casos son recurrentes. Sin embargo, en una fecha tan reciente como 1998, cuando se revisó la investigación disponible sobre esta cuestión, las pruebas científicas eran muy limitadas. Se sabía que un componente de estos frutos impedía la fijación de bacterias en las paredes de la vejiga, pero faltaban ensayos clínicos para saber si realmente eran útiles para prevenir las infecciones urinarias.

¿Lo sabemos ahora? La verdad es que solo a medias, y todavía con limitaciones y preguntas relevantes sin respuesta. Tras publicarse, en abril de 2023, la sexta actualización de una revisión Cochrane sobre esta cuestión, sabemos que los productos a base de arándanos rojos probablemente ayudan a prevenir las infecciones urinarias, pero solo en algunos grupos: mujeres con infecciones frecuentes, niños y personas susceptibles a estas infecciones tras someterse a una operación. Como indica el adverbio “probablemente”, en estos tres grupos de personas podemos estar moderadamente seguros de que los arándanos funcionan, aunque no por completo, y no se puede descartar que nuevos estudios puedan modificar el efecto observado hasta ahora.

El avance es relevante, pues esta última revisión incluye ya 50 ensayos clínicos con 8857 participantes y permite conocer con más certeza los efectos de los arándanos y contextualizar mejor los datos previos. En la revisión anterior, de 2012, con los 24 ensayos disponibles entonces, la evidencia era todavía muy imprecisa y no se observaba un efecto favorable del consumo de arándanos sobre las infecciones urinarias. En la revisión de 2008, que incluía 10 ensayos, sí que sugería que podía haber algún efecto favorable, lo mismo que en las anteriores, las de 2004 y 2003, pero solo en mujeres y con datos muy limitados.

Toda esta acumulación de ensayos clínicos, hasta llegar al medio centenar actual, y su evaluación y síntesis en las sucesivas revisiones ilustra perfectamente que la ciencia es un proceso acumulativo orientado a reducir la incertidumbre sobre una pregunta de investigación. Ahora estamos mucho más seguros que hace dos décadas de que estos frutos rojos, tomados en forma de zumo, cápsulas o comprimidos, ayudan a prevenir las infecciones urinarias en esos tres grupos de población, sin efectos adversos destacables. Parece, además, que podría tener poco o ningún efecto en personas mayores que viven en residencias, en embarazadas y en adultos con problemas de vaciado de la vejiga. Sin embargo, y esto es importante, no se sabe todavía cuál es la mejor dosis y si funcionan mejor o peor que los antibióticos y los probióticos. Para averiguar todo esto y poder regular los productos a base de arándanos, hacen falta más y mejores estudios. La travesía científica continúa.


Autor
Gonzalo Casino es periodista científico, doctor en medicina y profesor de periodismo en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Ha sido coordinador de las páginas de salud del diario El País durante una década y director editorial de Ediciones Doyma/Elsevier. Publica el blog Escepticemia desde 1999.

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Columna patrocinada por la Fundación Dr. Antoni Esteve en colaboración con IntraMed.