Unos relicarios, encontrados en el sótano del Convento de los Jacobinos (Francia), son analizados gracias a tomografías computarizadas y resonancias magnéticas

ANDREA ARNAL MARTÍN / NOTICIA MATERIA

La misma tecnología que utiliza escáneres para saber si se padece cáncer y de qué magnitud es la que le ha valido a un grupo de investigadores para conocer el estado de salud de cinco corazones de 400 años de antigüedad perfectamente conservados, que fueron hallados en un fondo arqueológico francés.

Los primeros resultados han sido presentados en la reunión anual de la Sociedad Radiológica de Norteamérica (RSNA) en Chicago (EE UU). Los arqueólogos, del Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (INRAP) francés, comenzaron el año pasado sus primeras excavaciones en el sótano del Convento de los Jacobinos, en Toulouse (Francia), donde desenterraron varias tumbas que datan de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII.

El embalsamamiento de corazones era, desde el Renacimiento, una práctica habitual en la nobleza francesa”

Rozenn Colleter, arqueóloga del INRAP y miembro del equipo

Entre los elementos encontrados en las bóvedas funerarias había cinco relicarios de plomo de forma acorazonada, y con un corazón cada uno en su interior perteneciente a las familias nobles de la época. En este momento, los arqueólogos decidieron formar un grupo interdisciplinar de radiólogos, médicos forenses, arqueólogos, patólogos y físicos para conseguir desentrañar toda la información que los corazones podían brindar.

“El embalsamamiento de corazones era, desde el Renacimiento, una práctica habitual en la realeza y nobleza francesa. Empezó a desaparecer gradualmente tras la Revolución Francesa”, explica Rozenn Colleter, arqueóloga del INRAP y miembro del equipo.

Usando imágenes de resonancia magnética (IRM) y tomografía computarizada (TC) obtuvieron los primeros cuadros clínicos. Si bien las imágenes eran impresionantes, no se obtuvo mucha información sobre su estado por los materiales que embalsamaban los corazones y que, por otro lado, los preservaban.

“Intentamos ver si podíamos obtener información sobre la salud de los corazones en su estado embalsamado, pero el material que los recubrían lo hizo difícil”, explica Fátima-Zohra Mokrane, radióloga del Hospital Universitario de Toulouse y líder del proyecto.

El equipo investigador limpió cuidadosamente los corazones, quitando el material embalsamador y rehaciendo la resonancia magnética y la tomografía computarizada. A partir de ese momento, los científicos ya pudieron distinguir diversas partes del corazón, como las cámaras, las válvulas y las arterias coronarias. Además, también re-hidrataron el corazón, por lo que se pudo identificar mejor los músculos del miocardio. Para examinar los tejidos se utilizaron técnicas clásicas como la disección, el estudio externo y la historiología.

“Encontramos tres corazones con enfermedades como miocardiopatías hipertróficas (enfermedad del músculo del corazón caracterizada por el aumento del grosor de sus paredes) y dilatadas. También encontramos signos de aterosclerosis. Solo un corazón pareció normal”, ha señalado Mokrane. El quinto corazón, sin embargo, no se encontró bien conservado y no pudo ser estudiado.

Según la autora principal, quien reconoce que aún están trabajando en el proyecto —se desconoce cuándo se publicarán los resultados definitivos—, lo realmente interesante es que han sido capaces de “estudiar tejidos blandos antiguos usando técnicas modernas de imagen”.

Un corazón con dueño

Durante la excavación, los arqueólogos y el equipo de investigación también descubrieron que el corazón de un hombre —identificado después por la inscripción de uno de los relicarios como Toussanint Perrien, caballero de Brefeillac— había sido retirado después de su muerte y enterrado junto al de su esposa, Louise de Quengo, señora de Brefeillac, cuyo cuerpo también se encontró en el sótano.

“Por aquel entonces era habitual ser enterrado con el corazón del marido o la mujer”, explica Mokrane. “Eso fue lo que ocurrió con uno de nuestros corazones, lo cual me parece un aspecto muy romántico de los entierros”.